VII

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Por encima de todo, me sentí dominado por el temor. Me obsesionaba saber lo que pensaría después de haber leído ese texto. Releía una y otra vez el mensaje que le había escrito, el que ya había leído Abel, en un intento de asegurarme de haber utilizado las palabras adecuadas y que no pudiesen ser interpretadas de otro modo, de convencerme a mí mismo que había estado bien lo que hice. Pero luego de haber notado que había dejado de escribir, me pregunté si haberlo hecho a través del chat había sido exactamente la mejor manera de haberlo dicho, pero ya era un hecho, ya no había marcha atrás. Cuando la puerta empezó a abrirse, clavé la mirada en el teléfono y sentía las gotas de sudor recorrer mi frente.

— ¿Podemos hablar?

—Eh... Sí —Respondí nervioso — ¿Qué necesitas?

— Leí tu mensaje —Se sentó sobre mi cama, a pocos centímetros de mí.

—Oh... Sí, lo vi —Mi voz empezaba a cortarse.

— ¿Sabes? La gente debería poder hacer aquello que las hace felices ¿No crees?

—Seguro.

—Amar sin temor, sin inhibición o ningún tipo de obligación para con nadie.

—Claro... Sí.

—No sé qué esperabas que te respondiera, pero quiero que tengas algo muy claro Brent, no me importa quién te gusta o a quien le entregues tu amor. Eres mi hermano y te amo.

—Abel, yo... — Empecé a llorar y de inmediato el me abrazó.

— Dime si alguien te fastidia en algún momento por esto. Se las va a ver conmigo.

—Te vas en pocos días... ¿Lo olvidas?

—Cierto, tienes razón —Sonrió— Me regreso, entonces.

—No creo que sea necesario.

—Lo se... Eres un chico valiente, Brent.

Sábado en la mañana — ¡¿Preparados para la aventura?! —Preguntaba muy emocionado Martin, luego de desprenderse de todo lo que llevaba encima. Vestía un pantalón negro largo, una sudadera verde militar y unas botas en color café, iba muy cargado, aún más que el árbol de navidad que tenía puesto la abuela en la sala de su casa, allá en España. Oí sonar mi teléfono, tenía un par de mensajes

— ¡Hola! —Era Becca. Quería saber si había logrado mi objetivo.

— ¿Tu familia ya lo sabe? —Escribía.

—Algo así.

— ¿Algo así? No entiendo Brent, ¿Qué pasó?

— ¿Preparada?

— ¡Vamos Brent! No lo hiciste ¿verdad?

—Bueno...

— ¡¿Qué?! Tenía la certeza de que lo harías.

—Espera, espera... Si lo hice.

— Cuéntame ¿Cómo reaccionaron?

—No como esperaba.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Salió mejor de lo que esperaba. Bueno, en parte.

— Se mas especifico Brent, por favor.

—Abel ya lo sabe, pero mamá...

—La señora Amelia aún no.

—Exacto.

Sin Miedo A NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora