XI

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¿A caso me estaba enamorando? Me preguntaba en mi cabeza cada vez que recordaba el tiempo que había pasado con Ian en aquella cita. Era deslumbrante el hecho de haber podido percibir tantas cosas de él en tan poco tiempo. Tenía la sensación de que él era la única persona con la que quería estar, con la que podría hablar acerca de cualquier cosa, a la que podría ver siempre sin sentir aburrimiento. Empezaba a conocerle. Sabia el número exacto de lunares que adornaban su rostro, que tiene la manía de pasarse la mano regularmente por su cabello, que cuando se sienta, suele cruzar su pierna izquierda sobre la derecha. No estaba seguro de lo que pasaba y tampoco lo que se venía.

Aquella mañana, Julieta estaba de visita en la casa, le había llevado un ramo de flores que ella vendía en su floristería. Se encontraban conversando en la sala, cada una con una taza de café tibio.

— ¿Qué te parecen estas flores Brent?

— ¡Son muy hermosas, madre!

—Si... Yo también lo creo —Dijo, observándolas —Las trajo Julieta.

—Hola señora Julieta ¿Cómo está?

—Muy bien Brent —Respondió ella —Ya es todo un hombre.

—Si...

—Bueno... Debo irme. Adiós madre —Me acerque a ella y le di un beso en la frente —Adiós señora Julieta y gracias por la flores.

— ¡Oye Brent! —Llama mi madre — ¿Crees que puedas acompañarme hoy al supermercado?

—Eh... No. Creo no.

— ¿Por qué no?

—Debo ir a la biblioteca por un par de libros.

—Está bien —Lo asumió agachando la cabeza —No llegues tarde, Brent.

—No madre, tranquila.

Me acerque al refrigerador para beber un poco de agua y antes de poder abrir la puerta, me percaté que había dejado los libros en mi habitación, sobre la cama, aquellos que había tomado hace unas semanas y que debía devolver si quería tomar algunos más. Pero antes de llegar al pasillo que cruzaba frente a la sala, donde aún se encontraban mi madre y la señora Julieta, escuché a mi madre hablar sobre mí, por lo que me quede allí por un momento.

— ¿Estas bien Amelia? —Preguntó Julieta.

—Brent quiere ir a una fiesta. Es cerca de la universidad a la que asiste.

—Suena divertido.

—Quiere pasar la noche allí. Dice que se quedara en el apartamento de Becca.

— ¿Cuál es el problema? Becca es su amiga.

—No es eso.

—Temes que la deje embarazada —Bromeo.

— ¿Julieta?

— ¿Qué?

—Creo que Brent me está mintiendo.

— ¿Brent? No creo. Mira nada más lo grande que está, muchos chicos a su edad ya quieren irse a vivir solos y aún sigue aquí contigo.

—Tienes razón.

—Ahora, no creo que debas saber todo lo que Brent hace fuera de casa. Piénsalo.

— ¿Ah no?

—Imagina que tu madre se hubiese enterado de todas las cosas que hacíamos cuando éramos jóvenes.

—No sé si sea buena idea que pase la noche con ese chico.

Sin Miedo A NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora