En mi coronilla siento como el viento resopla y la temperatura comienza a bajar, y va enfriando también mi espalda, atravesando la espina dorsal, que en cierta medida me agradaba y reconfortaba, ¡añoraba esto! La música comenzaba a escucharse, venia de la radio del auto, hacia casa. Las cosas comenzarían a cambiar, volverían a ser lo que eran antes, lo que me llenaba la vida de felicidad, ya nada será lo mismo para mí. Las sombras se desvanecen cuando estoy cerca de él, solo él lo comprende. Con el viento acariciando suavemente mi rostro, observe ya los acantilados y precipicios. Pude sentir el vértigo y el auto a veces daba la sensación de caer al vacío, el estómago me traicionaba. Cambien la estación de radio y empezó a escucharse una especie de melodía lírica, Ian me volteo a ver extrañado porque después de dejarla sonar por unos cuantos segundos, no la cambie y permití que continuara su curso. Me voy tranquilizando, cierro y abro lentamente los ojos, cuando al fin veo la imagen débil de la luna, apenas asomándose tras las montañas, pero al hacerlo, note que íbamos pasando por una pequeña playa que jamás había visto antes —Detente aquí — Le pedí a Ian. Al salir, note el fresco, una combinación casi perfecta de montaña y mar, era un aroma casi inimaginable para alguien que no estuviese allí para captarlo. Sacudí la cabeza para despejarme del viaje y me encaminé hacia el agua. Justo al final de la calle principal, entre una pequeña cabaña y un restaurante para turistas, pero yo no era un turista, yo soy de aquí, me siento de aquí en ese lugar, ser parte de este lugar, sentí en mis pies como subía esa energía que me transmitía esta arenilla.
Cuando llegue a la playa, ya no escuchaba el ruido que producía el motor del auto. Me gusta esta privacidad, intuyendo que la otra, la soledad no deseada se esfumaba como la espuma de las olas del mar. Me senté en la arena y contemple el va y viene de las olas, un ave aprovechaba los restos que la marea dejó atrás, al fondo se veían barcos pesqueros tradicionales de la zona, y esto me gusta. Es algo natural y bello una visión única que me reconfortaba el alma. Al fondo podía ver el faro que ya estaba apagado, pero que al contacto con la poca luz que se podía ver aun, su espejo daba la sensación de estar semi encendido.
—Brent, vamos... Llegaremos tarde a casa para la cena.
—Ok
— ¿Brent?
—Ian... Ven, siéntate aquí conmigo.
— ¿Estas bien, Brent?
—Mejor que nunca.
— ¿Qué haces?
—Amarte —Respondí sin reparo alguno — Nunca me imaginé que te amaría tanto.
— ¿Ah sí? — Me miro directamente a los ojos — ¿Cuánto me amas?
—Tanto, que si el universo lo supiera, le daría vergüenza ser tan pequeño — Sonreí.
—Posees la sonrisa más hermosa que en mi vida había besado ¿Sabias?
— ¿Cuántas has besado?
—Solo una... La tuya.
—Tú y tu linda costumbre de encantarme tanto.
Luego cuando la tarde comenzaba a convertirse en noche y el frio comenzaba con su fuerza habitual, decidimos continuar con nuestro camino con dirección a casa, para la cena que ya debería tener preparada mi madre. Pasamos por unas calles empedradas. Casas grandes de unas dos o tres plantas con tejados rojos. Sombras de arces. Castaños que creaban un micro clima que hacia bajar la temperatura al menos unos pocos grados más. Me senté mejor en el asiento, uno ya gastado por el paso por el tiempo, intentando obtener una posición más cómoda y aprovechando la poca calidez que nos ofrecía el interior del auto, tome la perilla y comencé a cerrar la ventanilla, dándole un frescor muy especial, junto con el aroma a ambientador y un perfume que estaba derramado en el tapete. Sin pretenderlo caí en una zozobra que me lleva a un estado de letargo consciente dejándome llevar por el cansancio y por la calma del momento. Cuando por fin me despierto tengo delante la fachada del apartamento de Ian. Entramos y ambos tomamos una ducha, casi express, nos arreglamos un poco y salimos de inmediato hacia mi casa, pues, faltaba poco para que fuesen las 08:00 pm y a mi madre no le gusta que le hicieran esperar demasiado. Al llegar, estaba ella parada en la puerta con una sonrisa encantadora, esperando a que me bajara del auto para poder pasar con los demás y empezar la cena, no sé cómo pero de un salto dejo el interior del auto y corro hasta la casa.
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Sin Miedo A Nada
RomanceSinopsis Brent, de una familia inglesa de clase alta, que desde la infancia siempre ha sido un chico recto, se encuentra con otro chico, Ian, en un casual partido de fútbol soccer, provocando que las cosas cambien un poco. Con el apoyo de sus famili...