Cuando recuerdo su mirada, vuelvo a sentir la rigidez de mis músculos, alerta, listos para la huída.
Me persigue entre las sombras aquella tu siniestra mirada, que me desnuda.
Mi mente está en blanco, me han abandonado todos los pensamientos coherentes.
Necesito correr. Necesito enfrentarlo. Necesito frenarlo.
Estoy encerrada. Ya expresé entre risas, y luego con voz dura un NO rotundo, que parece no serlo, porque no se está deteniendo.
Resuenan en mi cabeza todos los "hubiera" posibles que me habrían llevado a estar en cualquier otro lugar que no sea este.
Y tengo miedo. Miedo de gritar. Miedo de correr. Miedo de no hacer nada. Miedo de qué podría hacer él si lo hago. Miedo de qué va a hacer.
Me siento sola y perdida dentro de mis pensamientos, dentro de mis -al parecer- débiles esfuerzos por zafarme de ahí, a pesar de que yo siento luchar con todas mis fuerzas.Mi inseguridad ahora me hace preguntarme si después de todo yo sí lo quería. Pero es la sensación de diagusto y las ganas de abrazarme con fuerza hasta hacerme invisible las que me responden.
No me pongo etiquetas porque no las quiero. No quiero ser una insinuadora, una incitadora, ni una víctima. Quiero personas que sean émpaticas y quiero personas que comprendan. Quiero vivir en un mundo donde no vuelva a experimentar nunca más esto ni yo, ni nadie.