Mis pensamientos claros hace ya mucho fueron arrastrados por las oleadas de oscuridad que a veces acecha.
Me mira, con unos ojos enormes y amarillos.
Y temo porque la corura, que siento aún habita en mí, me abandone para siempre.
¿Es la cordura lo único que me ha abandonado?
Mis extremidades siguen temblando de manera incontrolable. Temo. Siento estar en una cueva oscura, con sólo los enormes ojos, y una voz, ¿mi voz?, haciéndo ecos que rebotan en las paredes. No se detienen. Quiero que se detenga. Pero está gritando, gritando en mi cabeza. Y amenaza con jamás irse.
¿Cómo llegué aquí? Necesito salir. Pero para esto necesito enfrentarlo, y no sé cómo.
Comienzo a pedir ayuda, y siento como si el frío fuera mi única compañía. Las heladas ráfagas de viento me arañan la piel y me callan en mi suplica.
Y sé que yo soy todo eso: la cueva, los ojos, la oscuridad y el frío.
Entonces, ¿cómo escapo de mí?