Otoño

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Aun no es invierno y la sangre ya corre fría por las venas, que abrazan cada uno de los músculos fatigados y luchan con la fuerza que se había jurado ya había desaparecido hace mucho tiempo. Tiempo que a trascurrido a cuentagotas y con la velocidad necesaria para arrancar suspiros de las gargantas secas y gastadas, sin nada nuevo para decir, porque todo lo dicho, ya se ha dicho, o no tiene otra cabida mas que en las cabezas que jamás habían tenido el estruendo de tantos murmullos callados y gritados. Murmullos que aprisionan y no liberan, a pesar de las lágrimas que expresan todo lo que parece no tener otra forma de salida, evacuando los sentimientos y pensamientos que parecen perdidos dentro, cual cueva que se invade en ecos que parecen no tener fin. Hay una luz, que es potente y cegadora hasta aturdir todos los sentidos, pero cómo saber si es la salida. Parece serlo.

Aun no es invierno y las hojas ya han caído muertas a adornar los suelos, con el contraste necesario entre la vida y la muerte. Muerte plácida y sanadora, vida gloriosa y desgarradora, ¿o era al revés? Donde la perspectiva es todo y nada, porque sin importar de ella, ambas seguirán su curso destinado a su sin saber, y lo que deparan como una sorpresa, tal vez plácida, tal vez sanadora, tal vez gloriosa, tal vez desgarradora, con las cartas echadas una y otra vez, a veces deseando una, a veces deseando otra.

Aun no es invierno y la primavera quiere dejar ver sus matices, mostrando que el curso universal persiste, con la potencia que no se ha ido a ningún lado, con la energía que no ha desaparecido, y nunca lo hará, sin la búsqueda de dar gusto, mucho menos displaceres, donde su único motivo es seguir, al igual que el tuyo, con las extremidades vencidas, la cabeza hecha un lío, los ojos mojados y el corazón latiente como ningún otro, valiente y decidido a no dejarse vencer, al menos no de una manera tan sencilla, empuñando en las manos nada más que recuerdos y sueños, deseos.

El otoño permea todo con un sabor al verano pasado, pero al igual que este, el otoño, el invierno, e incluso la primavera pasaran, dejando los rezagos que deban dejar y en donde deban ser dejados, con el todo y la nada en las manos.

Memorias y asperesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora