Quiero narrarte de pies a cabeza, describir tus fuertes brazos, los lunares de tu hombro, la longitud de tus piernas o el color caoba de tu cabello.
Pero no lo haré.O, me gustaría poder hablar del olor que llevas prendido en el cuello,
tan cálido y dulce,
que solo me hace pensar que ya estoy en casa.
Aunque tampoco debería.Pensar en el arrancar más palabras de mi boca que me permitan pedir más días y noches contigo,
más que solo susurrar un "no" cuando dices que debes irte.
Pero eso tampoco se dice.Tengo atados pensamientos, que,
en tu ausencia,
amenazan con mantenerte prisionero con mis débiles manos,
asfixiarte a besos,
y gastarte el tiempo en conversaciones sin sentido.
Pero lo que no se piensa, tampoco se habla.Creería que no puedo hablar más de eso porque quién termina narrándome en cuerpo y alma eres tú, donde parece que decidiste escribir una versión de mí que nadie más pensaría que existe,
huyendo la mirada con la seguridad de que la tuya está viéndome ya, derretida en calidez,
convencida de que puedo ver la nada, mientras te cuento todo,
y al volver ya me espera tu sonrisa,
esperando con ansia las noches que no terminan,
porque el cansancio ya nos lo perdonará el día.No vale la pena hablar al respecto,
sonaría infantil, cargado en miel, y tal vez insensato,
pero las palabras sobran donde el silencio habla.