Post mortem

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Me acostumbré ya a caminar en la bruma,
a saberme sola,
a estar acompañada de personas que no son tú.

Creo que ya olvidé tu aroma,
y el rastro de tus dedos ya fue borrado por las caricias de otros más,
tu boca ya no sabe en mis labios,
mis lágrimas incluso ya se acabaron.

Lo que me queda ya sólo de tu presencia es tu ausencia,
te sigo sintiendo latir en mi pecho, pero ya no con aquella fuerza que me rompía en pedazos;
estás como un eco sordo,
como algo que ya guardé
pero que implora por salir,
que mantiene la esperanza y el amor que siempre ha estado,
persistente, pero sin algún resto de la paciencia que algún día tuvo.

Ya no rogaré por tu regreso,
ya sé que no volverás,
ya no te espero ni a ti ni a nadie,
ya me siento sin nada,
ya tomaste lo que te correspondía y te lo llevaste lejos.

Ya no quiero que vuelvas,
ya no sé si aún te quiero,
pero sé que ya no te espero,
porque, quizá, tú nunca
esperaste por mí;
me cansé de esperar a que me quieras.

Memorias y asperesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora