Siempre temí del océano.
De aquello que desconozco, del mundo enterrado en la oscuridad y bordeante de sin saberes.Temo del océano, y nadie me advirtió de que era más peligroso quedar varada en el mar que se encuentra en ti.
Teniendo en la boca las costas y en los ojos los atardeceres.
Dulces, mágicos y salados.El temor y la incertidumbre atraen casi tanto como repeelen, ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo es que lo haces?
No me sorprende por eso el número de personas que han quedado maravillados también con la magia y calor que irradias sin siquiera saberlo.Temo ya no sólo del océano, si no de la sola idea de despertar un día sabiendo que jamás podré quedar de nuevo en tu paraíso, que jamás podré respirar cerca de ti.