El crimen perfecto

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Al llegar, Mónica como siempre se hizo esperar su media hora adicional, pese a llevar cerca de una hora oteando por la ventana de su cuarto.

Mientras tanto, Marc se sentó en el sofá a beber su acostumbrado café, aguardando a que diera comienzo el show.

Rato después de que ella se le había unido en la sala, llegó su padre golpeando escandalosamente la puerta, como de costumbre, para no encontrarlos supuestamente en alguna escena poco decorosa.

Si supiera que apenas y se habían besado tibiamente un par de veces... Por otro lado la madre de Moni parecía estar siempre coqueteándole y tomándole la mano o plantándole húmedos besos cada vez que podía.

En definitiva, estaba con ella porque la conocía desde siempre. Era una relación cómoda, en vista de sus horarios de trabajo, y su familia era socialmente reconocida, lo que tomaba en cuenta más bien para complacer a su padre.

Marc quería a Moni como se podría querer a una fastidiosa hermanita menor.

-- ¿Te agrada la cena, querido?

-- Sí, Margarett, - Marc retiró disimuladamente la mano que la mujer insistía en acariciar muchas
Ñ gracias.

--Y dime, Marc, ¿cómo te fue hoy
en el trabajo?

--Bueno, en el hospital...

--No, mi amor, papá se refiere a tu trabajo de verdad, en la clínica de
tu dady.

-- Monica, no molestes al muchacho. Cuando se de cuenta de la realidad de la vida se le pasará la etapa filantrópica, ya verás. Hoy por ejemplo intentaron asaltarme y...

En ese momento sonó su localizador.

Era del hospital. Agradeció en silencio poder librarse de aquel aburrido y meloso compromiso.

--Si me disculpan, debo ir al hospital...

--No quiero que te vayas aún, Marc. Lo siento, pero debo hacerlo. Gracias por la cena.

Estaba tan contento de salir de allí que no le extrañó mayormente que el llamado proviniera del anexo de la morgue.

A veces las líneas del hospital colapsaban y se usaba lo que estuviera a mano. Tampoco se preocupó demasiado si fuera un problema de infraestructura, seguro que estaban sobre saturados de pacientes y no era la primera vez que se ocupaban aquellas instalaciones, correctamente esterilizadas e implementadas como el mejor de los quirófanos.

Al llegar vio a Serhio esperándolo,
preparado para una intervención.

-- ¿Qué sucede?

--Es un niño. Tiene fracturas múltiples en el tórax... Debemos atenderlo aquí porque los quirófanos están llenos. Seremos sólo tú y yo porque el personal está ocupado... yo tomé turnos todo el día, así que prefiero asistirte, lo principal hazlo tú.

- Gracias, Sergio, en especial por la ayuda tras un día duro. Mientras
yo me cambio, por favor prepara todo.

Unos segundos después, Marc estaba listo para la intervención. Al ver al paciente aún vestido y muy quieto, recién cayó en la cuenta de lo inusual de la situación ante sus ojos. El niño de unos ocho años estaba totalmente
inmóvil sobre la plancha y Ramos, sentado tranquilamente en una silla junto a los congeladores, ni siquiera lo había alistado para la cirugía, observándolo.

- ¿Sergio? –confundido, sin obtener respuesta, se acercó al niño y lo examinó rápidamente --¡Dios mío! El diagnóstico está mal. Este pequeño está en shock por envenenamiento. Rápido, debemos intentar que evacue la mayor cantidad posible del tóxico y...

- ¡Basta, Bartra! No gastes tus energías. El mocoso ya no tiene vuelta.

- Pero Sergio, no puede ser, ¿por qué no actuaste mientras yo llegaba?

- ¿Actuar? ¿Para qué, si yo lo envenené? --él se volteó, impactado con la horrible confesión, para notar que Ramos sonreía y lo apuntaba con un revólver

--Es pura basura de la calle. Por un mísero puñado de monedas  no tuvo reparo en hacer lo que le dijera. Y ahora, mi queridísimo Marc, tú vas a hacerme un pequeño favor... En esa caja a tu derecha hay veinticinco kilos de cocaína pura envuelta en pequeños ovoides. Sólo tú podrías rellenar un cuerpo de treintaicinco kilos con todo
eso, ¿verdad, joven genio?

- ¡No! -por nada lo haría, es más, debía intentar hasta las últimas consecuencias de salvar al chico-- Lo que haré será extraerle las toxinas. Si no vas a ayudarme... si pretendes impedirlo, haz lo que quieras. Dispárame, pero no voy a ayudarte en esta atrocidad.

- Claro que lo harás, conejito. -el
hombre tenía una expresión cruel y
burlona al acercarse a Marc para
acariciar con el cañón del arma el
costado de su atractivo rostro- Tal
vez que yo te mate no te importe,
imbécil, pero, ¿qué tal si los muertos resultan ser  tu padre o la estúpida de tu noviecita?

- ¡No te atrevas a acercárteles!

- Me alegra que entiendas mi postura... Entonces, ¿tenemos un trato?

- El niño sigue vivo...

- Sí, sí, es parte de esto... tú lo mataras, querido colega, y además, -Ramos le quitó cuidadosamente los guantes quirúrgicos, tardándose para hacer más angustioso el momentoquiero tus huellas en todo. Si se te ocurre hablar alguna vez de esto, ya sabes qué pasará... papi Bartra y la tarada con la que sales sufrirán las consecuencias de tu insensatez, ¿has entendido?

Estaba entre la espada y la pared.

Ramos era un psicópata peligroso y, por su forma de actuar con tal indolencia con aquel pobre niñito, sin el menor remordimiento, sabía que perfectamente podría cumplir con aquella amenaza de maneras inimaginablemente despiadadas. Tal vez hasta lo disfrutaría.

Pero si lo hacía, si aceptaba aquel trato, dejaría a mucha gente a merced de esa bestia... debería sacrificarse él y a su pequeño núcleo familiar por el bien de otras personas inocentes, pero ya había vivido la más dura pérdida con la muerte y la dolorosa falta del amor de su madre... y simplemente no pudo abandonar a los suyos, nadie podía pedirle algo así a un ser humano.

Finalmente asintió y comenzó con su macabra tarea, pero antes inyectó al pequeño, asegurándose de evitarle cualquier sufrimiento. Y no soltó su
manita, rezando en silencio por el alma del niño y la suya propia, hasta que el corazón dejó de latir.

Marc realizó el horrendo trabajo rápida y limpiamente. Durante todo el proceso no pudo dejar de pensar en el dolor de los padres del niño y de cómo lo odiarían al saber que su muerte era obra suya. El mismo jamás podría perdonarse. Aquel crimen y la vida de su padre y de su novia  le estaban costando su alma.

- Muy bien, Marc. -el maldito lo palmeó en la espalda, como si hubiera realizado la más grandiosa y sublime de las proezas --Has sido un buen chico. ¡Impecable trabajo de joyería! Realmente eres un artista. Y me imagino, por tu expresión y lagrimitas, que debes haber sufrido terriblemente haciéndolo, ¿no? ¡Me alegro! Desde tu llegada has sido una  espina en mi costado, pero tras haber tenido que aguantarte tanto, todo se tornó a mi favor y ahora, gracias a tu talento, voy a ser rico y no tendré que ver más tu cara de santurrón porque vas a fundirte en una cárcel.

No contento con haberlo hecho pedazos,El hombre se acercó y continuó susurrándole lentamente sus horrendos planes al oído, esperando torturarlo más.

- Sí, mi amigo, cuando haya logrado lo que quiero, te denunciaré... ¿Y si te sentencian a la inyección letal? ¡Claro, un maldito asesino de niños! Para peor, encubierto tras la blanca piel de cordero de un dulce y filantrópico doctor... ¡Que bonito sería! El final perfecto para este cuento de hadas... -

¿Acaso era posible ser tan demente de
aplaudir ante aquellas desquiciadas y malignas ideas?- No se te ocurra involucrarme en nada o te juro que tu familia se muere, ¿está claro?

En un último acto de repugnante sadismo y crueldad, acarició las mejillas de Marc, recogiendo sus lágrimas de remordimiento y desesperación, llevándose la mano a la boca para saborearlas con deleite.

- ¡Vete!

El cielo está en tus ojos Marc BartraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora