Una cena pensando en él

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Aquella sería otra noche de dar vueltas en la cama tras orar porque todo se solucionara para bien del joven doctor.

Era la persona que conociera que más se merecía ser feliz.

Con un suspiro, se apoyó en el marco de la puerta de su cuarto y se metió las manos al bolsillo para coger su denario cuando se encontró el arrugado papel del pasillo del hospital.

Sin mayor asunto, lo arrojó hacia el papelero que tenía junto a su escritorio, pero no consiguió apuntarle, debiendo inclinarse con cierta molestia en sus rodillas para recogerlo y ponerlo dentro del cesto. Fue en ese momento que se dio cuenta que los manchones no eran suciedad de comida, sino que tenían forma aparentemente intencional.

Con cuidado para no romperlo, desplegó el papel tisú de la servilleta, comprobando sus suposiciones. Pese a lo infantil del dibujo, alguien había querido representar dos personajes en él. Un hombre alado, posiblemente acostado o muerto, al cual algo parecido a un minotauro con una cruz roja en la capa, había estrangulado con sus garras.

- ¡Vaya imaginación!

Estaba a punto de volver a arrugar el papel y tirarlo por fin a la basura, pero una extraña sensación le impedía hacerlo. Era muy parecido al deja vu, pero normalmente algo así habría sido inmediatamente olvidado, sin embargo este sentimiento era persistente y algo angustiante.

Alguien en esa abandonada sección del hospital estaría teniendo de seguro unas feas pesadillas. Si podía aliviar algún alma atormentada al ir a ver a Marc, valdría doblemente la visita. Con ello en mente y tras rezar el rosario, pidiendo por los enfermos, en especial por su muchacho, el padre Joseph se durmió, teniendo extraños sueños sobre hombres alados de ojos azules y minotauros intentando atraparlos, furiosos al no conseguirlos desde un suelo en llamas.

            

*****

- Buenas noches, Ximena. Me alegra que aceptaras mi invitación.

- Gracias a ti, Sergio. Te estás tomando molestias conmigo que están fuera de tu deber.

- No es ninguna molestia, al contrario. Me parece muy loable la preocupación que demuestras por mi amigo Marc.

- ¿Tú y Marc eran amigos?

- Por supuesto. Trabajábamos codo a codo todos los días.

- ¿Y nunca lo visitaste en la cárcel?

- Bueno... -¡Mierda! Tendría que irse con mucho cuidado para no meter la pata y que ella pudiera dudar de sus "nobles y desinteresadas" intenciones- Debo confesar que aunque se me hizo muy difícil creer que él pudiera haber hecho algo tan macabro como lo que hizo, le di el beneficio de la duda hasta que todo se comprobó. Si hubiera existido la menor duda de la culpabilidad de Marc, te aseguro que habría movido cielo y tierra para ayudarlo.

Ximena asintió en silencio. Aparentemente se había tragado su explicación por completo.

Aunque unos minutos antes se habría comido una vaca entera, estimulado por el placer de haber conseguido quebrar la voluntad de Bartra con su malevolencia, al igual que la chica, solo pidió un café, con la garganta apretada ahora por el instante en que su farsa había estado en peligro de derrumbarse. Al menos de comenzar a desmoronarse.

- Sergio, quiero pedirte que seas sincero conmigo...

- Por supuesto, no podría ser de otra manera.

- ¿Crees que Marc vaya a recuperarse?

- Es difícil de decir...

- Por favor, dime lo que piensas honestamente.

El cielo está en tus ojos Marc BartraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora