Llamadas de auxilio

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Con una última caricia en su pelo, su padre salió de la habitación, dejándolo al borde de la desesperación, sin comprender por qué las máquinas no funcionaban correctamente.

Aunque después de todo la respuesta era obvia. Ramos debía tenerlas alteradas, sobre todo sabiendo que  Bartra  padre estaba acudiendo a revisar a su hijo a la espera de cualquier progreso.

Tenía que pensar en una posibilidad que funcionara. Ya era algo de vida o muerte.

*****

- Padre, ¿cómo está?

- Muy bien, hija

- ¿Ha podido ver hoy a Marc ?

- En el hospital me han dicho que debo tener una autorización firmada por ti para poder entrar a esa dichosa zona reservada. Y luego debe ser el director del hospital quien me permita las visitas por no ser familiar directo de Marc.

- No sabe los malos recuerdos que eso me genera. Por favor, permítame redactar la autorización inmediatamente para que esto se solucione en seguida.

- Gracias.

- Dentro de un rato iré a verlo y usted podría acompañarme, así el doctor  Ramos seguramente dará sin dudarlo el permiso para que ingrese a la zona. Él está muy al pendiente de Marc. Anoche mismo me llamó para contarme que había estado un rato estimulándolo para acelerar su salida del coma.

- ¿Ramos?

- Sí, el director del hospital.

- Me suena su apellido...

- Hablamos un buen rato. Me comentó que había trabajado con Marc hace años en el mismo hospital en el que se encuentra ahora. Tal vez él le habló de Sergio alguna vez...

- Puede ser. O tal vez yo mismo lo conozca. He estado algunas veces por allí visitando a los enfermos.

- He pensado que él podría ayudarnos a descubrir a la persona que inculpó y amenazó a Marc.

- Es una buena posibilidad, sin embargo debemos estar muy atentos y precavidos, hija. No vaya a ser que por error el doctor ponga sobre aviso al culpable.

- Tiene razón. Aunque él nos quiera ayudar, podría sin querer dejarnos en evidencia y eso pondría en peligro a  Marc. ¿Sabe?

- Dime.

- En vistas que todo ocurrió en la morgue de ese mismo hospital, todos los días los paso orando porque aquel monstruo no se esté paseando cerca de nuestro muchacho...

- ¡Que Dios te escuche y el diablo se haga e sordo!

*****

¡La muchacha! Sí, la había escuchado desde lejos hablando con aquella arpía que custodiaba las puertas. Y venía acompañada de alguien más. Por su voz calmada y reconfortante, ¿podría ser...?

- Perdón por no haberte podido visitar antes, Marc. Estuve aquí temprano, pero solo hasta ahora conseguimos la autorización gracias a Ximena. Pero a partir de ahora me tendrás por aquí durante todas tus horas de visita, ¿bueno?

¡Sí! La muchacha venía en compañía del propio San Pedro. Probablemente él sería capaz de ayudar al ángel contra en demonio blanco. Para el Santo Padre sería evidente el aura azufrada que rodeaba al maligno y no podría continuar con sus engaños.

¡El padre Joseph! Por más que le alegraba la presencia de su leal amigo y consejero, eso significaba que también entraría al círculo de personas que estuvieran en peligro cerca de aquel demente.

- Ximena...

- Dígame, padre.

- Marc nos escucha.

- ¡¿Qué dice?!

- Mira sus manos.

- Están quietas.

- Están empuñadas. Alguien en coma no tendría las manos empuñadas.

- No lo sé, pero en seguida se lo preguntaré a Sergio . Si me da un momento, iré a hablar con él.

- Aquí te espero.

¡Mierda! Tendría que dejar de estar pendiente del monitor donde se transmitía lo que captaban las cámaras, dejando al metiche del cura con el santurrón sin vigilancia mientras hablaba con Ximena. Aquella zorrita esperaría lo que fuera necesario hasta que saliera para decirle lo que fuera que estaba pensando decirle, como había anunciado su secretaria y si se tardaba demasiado, tal vez sospecharía algo. O peor aún, el sedante perdería del todo su efecto con el cura al lado y sus planes se desmoronarían. Debía atenderla lo más rápido posible y despacharlos pronto.

Estaba deseando desde hace horas poner en práctica todas las nuevas diversiones que tenía en mente para Marc.

*****

- Pssst...

- ¿Eh?

- ¡Shhhh!

El padre Joseph había escuchado el  ruido y luego lo habían compelido a mantenerse en silencio... Tras comprobar que aquello no provenía del cuarto de Marc, salió al pasillo, pero allí no había nadie. Volvía al cuarto cuando vio un papel arrugado en el suelo. Sin pensarlo, recogió aquello que parecía una servilleta que alguien había arrojado tras limpiarse la boca y l no encontrar un papelero para arrojarla, se la echó al bolsillo. Ya la descartaría luego.

- Buenas noches, padre. Me contó Ximena que ha pensado usted que Marc empuñó sus manos a propósito para indicarnos algo... -

Ximena había vuelto en compañía de  un sujeto alto, vestido en una bata blanca- Lamento decirle que ello ha sido un reflejo involuntario que se manifestó al momento de caer en coma. Podemos suponer que la tensión y el natural instinto de auto conservación al recibir los disparos lo llevó a tomar una posición defensiva y sus músculos no han recibido orden de relajarse desde entonces... Lo siento.

- Entiendo.

- Bueno, como bien Ximena sabe, a esta hora realizo mi ronda de rutina en esta zona, por lo que debo pedirles que se retiren. Más tarde te llamaré si noto cualquier cambio, ¿bueno?

- Sí, gracias.

- Buenas noches.

¡Mierda! Eso había estado cerca. Claro que él había empuñado las manos en respuesta a su presencia. Por suerte tenía una mente ágil para inventar explicaciones... y perversa para concebir diversiones, eso sí.

- Conejito, apróntate, ya es hora de despertar...

El cielo está en tus ojos Marc BartraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora