- Buenos días, mi amor.
- Pero Marc, -su hermoso ángel la observaba desde la puerta del cuarto con una bandeja en su manos, apenas vestido, pero tan sonriente como nunca antes lo había visto- aún no está completamente recuperado, amor.
Yo debería estarte atendiendo...
- Para nada, Xime. Yo quería poder prepararte el desayuno y traértelo. Después de todo, amor, es muy posible que no pueda volver a hacerlo por un largo tiempo.
- Es cierto... -él se acomodó a su lado y la besó en la frente, acariciándole la barbilla para que no se apenara pensando en lo que se venía- De verdad que haré hasta lo imposible para que no pase mucho tiempo antes de que recuperes plenamente tu libertad, Marc.
- Lo sé, corazón, pero no te preocupes, después de todo lo único que yo quiero es seguir viéndote cada día de mi vida y si estoy en la cárcel, eso será así de seguro.
- Espero que la información que tu padre y el padre Joseph entregaron a la policía sea lo suficientemente contundente para poder mantener mi puesto. Aunque me imagino que sí, si no, ya estaríamos rodeados e invadidos de policías. Después de todo, yo hice lo necesario para conseguir que un muy peligroso y maniático doctor se fugara del sector de seguridad del hospital...
El contestó enseñándole insolentemente la lengua a su expresión risueña mientras describía sus "turbios" antecedentes.
- Cuidado, señor, -¿podía se aquello más romántico y perfecto?
Con su guapísimo hombre medio tumbado a su lado, preparándole y dándole en la boca trocitos de pan con mantequilla y miel hasta que no pudo comer un bocado más- no se te olvide que tu lindo trasero sigue estando bajo mi custodia y no voy a tolerar insubordinaciones de ningún tipo.
- Lo que usted mande, señorita Santos.
Muy lejos de adoptar la distancia y sumisión que aquella respuesta marcaba, dejó con expresión inocente que un porción de miel se escurriera desde la cuchara hasta caer sobre una de las piernas de ella, que estaba sentada al estilo indio.
Marc dejó la bandeja rápidamente sobre la mesita de noche para sujetarle la mano con la que Ximena había tomado una servilleta para limpiarse, reclinándose para recoger la miel con su boca,lamiéndola lenta y seductoramente, sin apartar su mirada de la de ella.
- Lo siento, señoría, perdón por mi torpeza, permítame ayudarla...
- ¿Quién diría que tras esa apariencia angelical, realmente hay un diablillo perverso
- ¿Eso crees, amor? –aún viéndola a los ojos y sin retirar su boca, la tomó por los tobillos para separar sus piernas, acomodándose entre ellas- Veamos lo que opina mi vigilante custodia después de que este diablillo le devuelva la mano por la forma en que me despertaste hace un rato...
- ¡Eso no se vale! Ya me has dejado más que claro que tus conocimientos de anatomía te dan una ventaja injusta.
- ¿Sí? –Ximena sintió que se derretía aún más rápido que la miel que él había derramado con toda intención al ver chispas de apasionado fuego verde en sus pupilas- Que malo, muy, muy malo, aprovechándome de mi inocente mujer...
- De verdad, señor Bartra... ¡Te estás convirtiendo en todo un sátiro!
- Si eso opinas ahora...
Sin agregar más, tras sonreírle una última vez mientras jugaba a hacer círculos con la lengua en la cara interna de sus muslos, se dedicó a demostrarle las ventajas de sus conocimientos anatómicos, mimándola al punto que sintió estar al borde del desmayo de puro y maravilloso placer.
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El cielo está en tus ojos Marc Bartra
FanficLa mirada es la ventana del alma y lo que se puede ver es mucho dolor Nueva versión de Amor Cautivo