Un àngel esta sufriendo en la tierra

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Otra vez el demonio blanco se regodeaba ante el ángel de su maquiavélico y perverso poder. El cuerpo del maligno le impedía ver lo que estaba haciendo, pero fue evidente el momento en que su víctima había reaccionado a sus pérfidas acciones por el sonido metálico de las cadenas que lo mantenían sujeto al altar mientras intentaba liberarse.

Debía poner atención y captar cualquier detalle que pudiera servir para ayudarlo.

Sabía que si el ángel lograba escapar o si era rescatado, volvería con su ejército celestial a ayudarlos a todos en aquel desdichado lugar.

Esperaba que San Pedro hubiera conseguido recibir el recado enviado con la paloma mensajera que había logrado liberar sin que fuera interceptada por el macabro guardián de ese trozo de inframundo en el que estaban relegados.

- Bienvenido de regreso, joven Bartra.

Justo tras el violento impacto del puño de Ramos clavando con fuerza la jeringa cargada de adrenalina directa al corazón con el que lo hacía reaccionar frenéticamente, un segundo pinchazo en su garganta no tardó en hacerse sentir, poniéndolo a tirar nuevamente de las esposas con todas sus fuerzas, consiguiendo tan solo herirse la muñecas con sus romos filos metálicos.

- Hoy vamos a divertirnos un rato más, ¿sabes? Acabo de infiltrar la base de tus cuerdas vocales con un relajante muscular que evitará llamar la atención de molestos curiosos con tus ingratos reclamos.

- ¡Mghhhhhh!

- Lo siento, conejito, no logro entenderte...

- Mffffff ghhhhhhhhhhh...

- ¿Eh? –sabiéndose a salvo, se acercó hasta el punto máximo de desplazamiento de Marc para mofarse, inclinándose como si quisiera escuchar más de cerca para entenderlo- ¿Qué dices?

- Hhhmmmmmm... ¡Ggggghhhhhhh!

- No, nada. Más vale que te calmes, te estás haciendo daño. Mírate las manos, por favor.

¡Maldito demente! Seguramente aquel asqueroso cobarde jamás se atrevería a enfrentarse a él como un hombre, en igualdad de condiciones.

Pese a ser consciente de la crueldad y el desequilibrio mental de Ramos, a Marc le costaba concebir que alguien pudiera ser tan siniestro, peor aún, siendo un médico.

Sergio Ramos era un total sicópata.

La siguiente media hora disfrutó con la mirada inyectada de sangre por el placer de la tortura, sin embargo no fue tal como lo había planeado. Aunque era evidente que estaba infringiéndole dolor a Marc, su propio plan de impedirle el habla le restaba intensidad al momento.

Eso, sumado al hecho de que Marc hizo su mayor esfuerzo por no darle la satisfacción a Ramos de quejarse o gemir, cerrando los ojos y apretando los dientes, estándose lo más quieto posible. Sabía que no conseguiría un gramo de compasión de aquel sujeto, por lo que se le hizo indispensable poner toda su fuerza de voluntad en disminuir al máximo su deleite.

- De acuerdo, entiendo, no vas a suplicar, ¿verdad?

Marc tan solo lo observaba para luego quedarse viendo al techo, sin darle siquiera el gusto de responder.

- No hay problema, conejito. Soy un hombre paciente y aún pienso tenerte unos días por aquí antes de que sorpresivamente tu estado empeore y luego... bueno, ya sabes.

De espaldas a. Marc y tras colocarse guantes quirúrgicos, sobre una mesa aprontó unos vendajes, humedeciéndolos con una sustancia incolora e inodora, dejando sus preparativos listos para ser usados tras inyectarlo en ambos brazos para que no pudiera moverlos.

Con la misma aguja pinchó las yemas de sus dedos, aplicando las vendas en sus muñecas heridas por las esposas, cuando notó que ya no podría quitárselos pese a seguir consciente.

- Muy bien, Marc, con los relajantes musculares vas a estarte muy quietecito, pero de todas maneras tendrás horas de diversión con el irritante que contienen las vendas. Todo dependerá del interés que tenga en tu salud tu hermosa noviecita la policía. Antes de despertarte le envié un mensaje de texto para invitarla a cenar y poder conversar de ti. Necesito averiguar lo que sabe sobre el asuntito que tú y yo tenemos...

Pese al fuerte efecto de los relajantes, Ramos se quedó atónito al verlo forcejeando aún, sumado al terrible ardor que eso debía estarle produciendo en sus lastimadas muñecas.

No debía subestimarlo, por lo que para mayor seguridad, llenó otra jeringa de relajante muscular y lo depositó en el suero que le estaban administrando, consiguiendo que al fin dejara de moverse, pese a la evidente ira y desesperación en su mirada, lo que le arrancó a Ramos una desalmada sonrisa de triunfo.

- Si que estás bien enamorado, ¿no, conejito? No te preocupes, no pienso desamparar a tu chica cuando esté desconsolada llorando tu paso al más allá. –con mirada demencial y aún llevando los guantes, Ramos lo agarró por las muñecas, frotando insistentemente las vendas contra las heridas abiertas, haciéndole imposible contener un jadeo profundo de dolor, acercándose tanto que pudo sentir el calor de aliento del desquiciado sobre su propios labios- Pero mientras tanto no es justo que una mujer t bella esté desatendida. Tal vez quiera darme alguna prueba de su voluntad de protegerte, acudiendo a mí esta misma noche...

Aunque Marc había podido tragarse casi todo el dolor de los largos minutos bajo el tormento de Ramos, aquellas palabras consiguieron rasgar su coraza, necesitando su cuerpo liberar aunque fuera un mínimo de tensión, lo que se materializó en sus hermosos ojos plagándose de lágrimas que corrieron por sus mejillas.

- ¡Así me gusta, mi niño! Buen chico... Volveré cuando Ximena me lo permita, o sea cuando me suelte, tú entiendes... Vendré para contarte los detalles y luego dejarte dormir. Por ahora disfruta de las sensaciones cada vez más intensas de mi regalo.

¡Pobre Marc! Cuando por fin una chica que lo merecía y quería hacerlo feliz, y cuando su padre había logrado vencer sus propios temores, dispuesto ahora a brindarle su cariño, ¿tenía que sucede lo de la fuga?

Su propia fe le impedía renegar de la decisiones divinas, sin embargo no conseguía permanecer en la simple aceptación de hechos que se le hacían demasiado duros e inmerecidos para su amigo. Dios seguramente tendría mucho más claros que él sus motivos para que las cosas se dieran así, sin embargo la delgada línea que actualmente separaba la bondad y generosidad de Marc del martirio era demasiado para su comprensión humana.

El cielo está en tus ojos Marc BartraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora