Protección

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Buenas días, doctor Bartra. No habíamos tenido el gusto de ser presentados. Mi nombre es  Sergio Ramos y soy el director de este hospital. –una mano húmeda y temblorosa, algo bastante impráctico en un médico, acaparó la suya, agitándola incómodamente- Es para nosotros un verdadero honor tenerlo por nuestro sanatorio.

- No tiene nada que agradecer. Evidentemente he venido aquí para atender a mi hijo.

- Por supuesto, se entiende. Un hombre ocupado como usted tiene otras prioridades, pero sea cual sea el motivo, su presencia es un buen síntoma para nuestro establecimiento de salud.

- En tal caso... -aunque el tipo estaba claramente  adulandolo, no por eso despreciaría sus favorables comentarios, especialmente porque no podría continuar pendiente de Marc si el director del hospital público decidía impedírselo. Y arriesgarse a ello simplemente porque no toleraba a los manipuladores no era buena idea en esos momentos, al contrario, mejor sería mantener de su parte a aquel desagradable e ineludible lambiscón- ...creo que podría echar una mano de vez en cuando a cambio de poder continuar atendiendo a Marc , para lo cual es indispensable que mantenga a su disposición el respirador por el tiempo que sea prudente, ¿le parece?

- ¡Oh, por supuesto! No hay ni que decirlo. El joven Marc será asistido artificialmente todo el tiempo que sea necesario. Confiemos en Dios que prontamente pueda valerse por si solo, pero por mi parte, puede contar con la infraestructura e implementación necesaria para el cuidado de su hijo indefinidamente.

Muy bien, como primer paso ya tenía al viejo  para mantener vivo al conejito. ¡Si supiera aquel idiota que el respirador era absolutamente innecesario! Por supuesto que la máquina era urgentemente requerida para otros pacientes, pero, después de todo, si algunos pobretones pasaban antes a mejor vida, menos indeseables habría para compartir el oxígeno del planeta.

- Es usted muy amable, doctor Ramos... ¿Cuál es su especialidad?

- Traumatología, de hecho, - debería mantener la boca cerrada, pero eran pocos los riesgos y mayor la diversión de llevar las situaciones al límite, burlándose en la cara de todos aquellos imbéciles- Marc y yo trabajamos codo a codo un tiempo aquí. Es en verdad una tragedia lo que sucedió con él. Ni se imagina lo mucho que nos ha hecho falta su increíble talento y dedicación...

Así que Marc había trabajado allí con ese tipo... Bueno, después de todo aguantar al sujeto podría rendir sus frutos si conseguía cualquier tipo de información que pudiera ayudarlos a resolver el misterio que envolvía a la noche en que Marc se había visto forzado a cometer... ¡Dios! Su pobre hijo, con lo bueno que era, teniendo que hacer aquellas atrocidades por protegerlo...

Con mayor razón se decidió a seguirle la corriente a Ramos. Lo que fuera que pudiera hacer por Marc, para conseguir que lo absolvieran y recuperara su libertad, lo haría. Al menos ahora pensaba comportarse como un padre debería haberlo hecho desde un principio. Desde siempre.

- No ha de ser ajeno a su conocimiento entonces que las relaciones con mi hijo siempre han sido tensas. –lo mejor sería actuar con cautela, sin delatarse, ni parecer demasiado comprometido con la idea de que Marc era inocente- Estoy aquí para velar por su salud, sin embargo no comparto en nada su actuar. Lo que él hizo fue atroz y eso no ha cambiado.

- Entiendo. Nunca pude comprender por qué pasó lo que pasó. Su hijo lo tenía todo, aunque aparentemente quería más... Disculpe por ser tan honesto con un tema profundamente sensible.

- No se preocupe, yo opino igual.

- Bueno, al menos parece que ha comenzado a reformarse para bien. Anoche me topé con la señorita Santos y ella parece tener una buena opinión de Marc.

- Ya sabe, a las mujeres siempre les llaman la atención los sujetos conflictivos...

- Es verdad. Bueno, doctor, debo dejarlo ahora. Espero que Marc presente pronto avances positivos en su condición. Y sea bienvenido aquí cuando lo desee, estoy a su entera disposición.

- Muchas gracias.

*****

Aunque hubiera intentado replegarse para no sentir aquella mano grande y evidentemente masculina tocándolo, no habría podido hacerlo. Una vez más estaba en el límite entre la consciencia y el coma, con su mente funcionando a toda máquina y su cuerpo sin respuesta alguna.

Pero aquel toque no le hacía daño, ni era perverso.

Quien le había puesto una mano en la cabeza y acariciado suavemente lo hacía con afecto, transmitiéndole el alivio de unos minutos de calma. Eso hasta escuchar su voz.

- Hola, hijo...

¿Era un sueño esto o algo real? La voz de su padre estaba cargada de cariño y preocupación. No era que le extrañara el amor de su padre. Marc siempre había sabido que lo quería, sin embargo nunca se había sentido libre de expresárselo.

Tal vez el haberlo visto al borde de la muerte había hecho que reaccionara por fin, desprendiéndose de la jaula de su propio dolor para darse cuenta que el ser amoroso con su hijo no empañaba la memoria de su esposa, al contrario. Al ser afectuoso con Marc, honraba más que de ninguna otra forma su recuerdo, entregando la enormidad de los sentimientos que habitaban su dolido corazón al regalo de amor que ella había dejado en esta vida para él.

- ¿Sabes? Aunque será difícil al principio, no puedo esperar a que despiertes y poder suplicarte tu perdón. Tu padre ha sido un viejo necio, un completo imbécil y yo entendería y aceptaría si no quisieras dármelo...

No era necesario. No había nada que perdonar. Olvidaría lo que fuera con tal de poder mirar por primera vez desde que tenía memoria a los ojos de su padre, sin miedo al rechazo, para poder abrazarlo y reír juntos. Quería contarle tantas cosas... Pero no era el momento.

¡No! Lo que necesitaba ahora era poder darle alguna señal a su padre para que supiera lo que estaba sucediendo. También él estaba en peligro con Ramos alrededor.

Si pudiera hacer que notara un movimiento, algún cambio en los indicadores que estaban registrando sus signos vitales, tal vez entonces pudiera comunicarse. Después de todo si Ramos  había podido despertarlo, con mayor razón Robert Bartra podría hacerlo.

Sin poder respirar profundo voluntariamente a causa del respirador para lograr un máximo de concentración, reunió hasta la última brizna de energía que sintiera en su cuerpo para aplicarlo en acelerar su corazón, sin embargo pese a sentirlo bombear más a prisa, la maquina continuaba indicando un latir lento y frágil. Ni hablar del sensor que registraba su actividad cerebral, al borde de la línea recta.

¡Aquello era imposible! Si tan sólo con el estado de angustia en el que se hallaba la máquina debería haber enloquecido.

- Me voy ahora a hablar con el padre Joseph. Con su ayuda y la de Alice vamos a descubrir lo que pasó, Ximena, ya verás. Vamos a cazar al infeliz que te puso en aquel horrible dilema y lo vamos a desenmascarar para que recuperes tu libertad. –una vez más, ésta con desesperación al darse cuenta que no podía realizar ni el menor movimiento para alertarlo, su padre acarició su fría mejilla- ¿Ves? Debes regresar pronto con nosotros. Ximena te quiere y mereces ser feliz con ella. Y yo necesito decirte tantas cosas...

¡No! Ellos no debían revolver las aguas. Si Ramos tenía cualquier sospecha, podría hacerles mucho daño y esa idea se le hacía simplemente insoportable.

El cielo está en tus ojos Marc BartraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora