Por más que hubiera previsto que en cuanto Ximena estuviera fuera de vista, Ramos volvería, no se le ocurrió siquiera imaginar la forma en que comenzaría aquella batalla en la que estaba obviamente en desventaja, si no es que vencido.
El golpe de su puño sobre el pecho, tras arrancarle de un tirón el tubo del respirador de la garganta, y la violenta punzada por la jeringa cargada de epinefrina que había usado directamente al corazón no se comparaba a la sensación de haber corrido un kilómetro en un segundo, evitando con dificultad que se levantara, teniendo que sujetarlo Ramos contra la cama, utilizando todo su peso y fuerza, incrementada por el golpe energético que le había regalado el hecho de saber que comenzaría a atormentarlo a sus anchas.
- Bienvenido al mundo de los vivos, conejito, ¡tanto tiempo sin verte!
- ¡Aléjate de Ximena, maldito!
- Con que estabas escuchando, ¿eh? ¿No te dijo tu papi que eso es de mala educación?
- Eres un...
- Claro que no te lo dijo. El viejo no te soporta, ni siquiera lo suficiente para enseñarte modales, pero aquí me tienes a mí para educarte, jovencito.
- Alej... -con una sonrisa perversa en los labios y mirada desquiciada, Ramos le puso una mano sobre la boca para impedirle hablar, además de mantenerlo recostado a la fuerza-
...mmmghhhhhh ghhhhhh.
- Era mucho esperar que te estés quietecito y no molestes, ¿verdad? –dejó pasear sus ojos por el rostro angustiado y enfurecido de Marc con evidente diversión, continuando con su perverso escrutinio por su torso, que pese a estar en gran parte vendado, dejaba ver abiertamente el desarrollo físico que había tenido en esos años- Ya veo por que nuestra dulce Ximena está tan preocupada por ti. Apuesto a que te la estás tirando y a la muy zorrita le encanta manosearte entero... No es bueno que le hayas arruinado la diversión viniendo a parar aquí. Va a necesitar a alguien que pueda satisfacerla mientras te recuperas. Yo podría ayudarte con eso con mucho gusto...
- ¡Mghhhhhhhhh! Ghhhhhhhhhhhh nnnnnnnghhhh
- No, lo siento, no entiendo tus balbuceos, conejito.
Marc apenas podía moverse. Por más que la adrenalina que Ramos le había inyectado lo había despertado de golpe, seguía demasiado débil para superar la fuerza del desgraciado maniático, además de su gran contextura natural, sumado al hecho de que sus muñecas estaban esposadas a las firmes barras de hierro de la cama, especialmente acondicionada para pacientes a los que hubiera que mantener imposibilitados de moverse.
Ni siquiera prestaba atención a las feas lesiones que se estaba haciendo en las muñecas al forcejear contra las ligaduras. Lo único que le importaba en la vida en esos momentos era poner a Ximena a salvo, costara lo que costara.
Sergio estaba disfrutando en grande el ser causante y testigo de los inútiles esfuerzos de Marc de oponérsele, habiendo tomado la precaución antes de despertarlo de la forma más violenta que se le había ocurrido, de usar unas especies de grilletes de neopreno cerrados con velcro que se utilizaban para restringir el movimiento de las piernas de los pacientes al sujetarlos de los tobillos a la barra inferior de la cama.
Le estaba lastimando las articulaciones presionando estrategicamente para dejarlo más de una vez al borde del desmayo. Posteriormente lo golpeaba con vendas mojadas las piernas. Sabia que eso dolería más tarde. Desesperado por imposibilidad de hablar o moverse y ante el peligro al que Ximena se expondría al acercarse a Ximena para poder estar al tanto de su salud, recorrió el cuarto con la mirada, buscando cualquier forma para conseguir liberarse y, aunque fuera, ponerla sobre aviso.
Allí no había nada, ningún objeto que pudiera alcanzar, ninguna persona que lo pudiera ayudar. Lo único que consiguió captar fue la mirada de alguien que observaba en silencio y con horror la escena desde el cuarto que se ubicaba justo frente al suyo. ¡Dios! Si tan solo esa persona pudiera hablar con Ximena , advertirle que Ramos no quería cooperar e informarla, que buscaba hacerle daño...
Con Marc prácticamente a su merced, manteniéndolo casi en silencio, salvo por algunos gemidos y palabras ahogadas por su mano, acomodó la otra en su garganta, haciendo presión para dificultarle la respiración, gozando el hecho de desesperarlo aún más antes de que la falta de sangre, de fuerzas y de oxígeno lo hicieran comenzar a menguar la energía de sus movimientos, quedándose prácticamente en silencio, soltando tan solo cuando estaba a punto de desmayarse.
- Muy bien, conejito, suficiente por hoy. –Ramos sabía que no iba a hablar, la necesidad de usar su nariz y su boca para jalar oxígeno a sus pulmones le daría unos cuantos segundos libres de esa molestia- Te cuento. Ahora voy a volver a ponerte en coma, por si el estúpido de tu viejo insiste en venir a meter sus narices en lo que no le importa. Pero no me voy a quejar. Aprovecharé este tiempo para camelármelo y ganarme su confianza, después de todo, hace años que no consigue un buen especialista en traumatología para su clínica y a mí me encantaría ocupar tu lugar en todo... especialmente entre las piernas de tu sabrosa mujer.
- Hhhhaaaaa ...hi... hhhjo... dhhe...
- Shhhh, a dormir ahora, jovencito. Mañana vendré nuevamente a despertarte para que conversemos y juguemos un poco.
- Tehhhh... v... voy... hhhhaaaaaa...
- Buenas noches, corazón. –con una maquiavélica sonrisa mientras le inyectaba una sustancia directamente en la garganta que lo adormeció de inmediato, Ramos se dio el gusto de besarlo cruelmente en la frente antes de que perdiera la consciencia otra vez- Fue un placer.
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El cielo está en tus ojos Marc Bartra
FanficLa mirada es la ventana del alma y lo que se puede ver es mucho dolor Nueva versión de Amor Cautivo