𝑪𝒂𝒓𝒕𝒂 14. ✉

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A diario recuerdo cómo llegamos a estar juntos, parecía una simple fantasía el imaginar que podríamos ser amigos o algo más. Mi única intención fue conocerte, saber de ti, ya que me encontraba bastante interesada en saber tu historia; me gustabas ciegamente, todo me parecía deslumbrante tratándose de ti.
Prácticamente desde el inicio de la preparatoria me gustaste con sólo voltear a verte, bendito primer ensayo que te trajo a mí.

Hace poco nos dimos cuenta que aquel sentimiento sin ser descubierto era mutuo, había atracción inconscientemente, y tanto tú cómo yo, no nos rechazábamos. Fuiste el primero en contactarse conmigo por un mensaje, no sabías quién era yo, o tal vez pretendías que no. Fuiste tremendamente halagador, coqueto, lindo y considerado. ¿Porqué conmigo?
Pero lo más impactante es el hecho de que jamás te ignoré o rechacé, te seguí el juego, para ambos fue algo normal sin tanta importancia. Nunca me negué a sentir sensaciones que tus palabras me provocaban o intentar decirte que ya no me hablaras. Ni siquiera podía ignorarte.
Estuve herida y apareciste de pronto dándome apoyo. Eso fue lo que más me hizo pensar en ti casi todos los días.

Manteníamos el contacto, hablábamos constantemente por las noches sin rebasar más de las 10:00 p.m. pues era tu hora de dormir, ahora por mi culpa terminas durmiendo dos horas después de lo que en aquel entonces era lo habitual, perdón pero es que, carajo, amo tanto hablar contigo.
Las despedidas siempre fueron difíciles desde entonces porque ambos seguíamos respondiendo, y extrañamente no quería que te fueras.
Desde entonces tomabas fotos de las cosas que hacías, dibujar por ejemplo, esa hermosa pluma colorida que dibujaste en tu brazo me enamoró por completo. Dibujaste una de las plumas de tus grandes alas hermoso ángel.❤

Me encantaba toparme contigo entre clases, que mis ojos chocaran con los tuyos y tus labios se curvearan al verme, la única razón que me hacía totalmente feliz. Desde entonces adoptaste la maldita costumbre de cerrar un ojo y después sonreírme, me matas.
Recibí burlas de mis amigas, pues no entendían porqué eras mi más grande fascinación. Sólo podía decir que me atraías, fuiste considerado mi único crush a pesar de tener bastantes, por alguna razón ellos dejaron de ser importantes.
Los recesos en los que solía verte con tus amigos, recuerdo esa vez que te tenía a pocos metros frente a mi, no podía ignorar que te encontrabas ahí, no me fue fácil concentrarme, pero en ese momento, lo que más me marcó el corazón, fue haber escuchado por primera vez tu risa. Me llenó el alma completamente, fue el sonoro más bello que mis oídos deleitaron, pero noté lo muy poco frecuente que reías, pues de inmediato silenciaste aquel bello sonido. Te observé y tú a mí, me fue inevitable sonreír, y por ello rápidamente quise salir de ahí, correr lejos, encontrar un lugar vacío y gritar lo malditamente hermoso que eres, el bellísimo ángel que cayó en mi camino.

Empecé a vender algunos dulces, me hiciste puchero por que ya no tenía cacahuates, ahora que recuerdo te debo unos —ash— .
Me derritió tanto el corazón que sólo pude observar mis zapatos mientras te decía que ya no quedaban más. Esa vez, me llamaste «pequeña» ya no por texto, si no en persona. Tuve que voltear a ver otra parte, mi rostro se encontraba sonrojado.

Mi vida seguía su propio curso, todo iba con normalidad, excepto cuando te miraba, todo a mi alrededor se congelaba.
Provocaste confusión en mí, cada vez quería más de ti, saber tu historia y convivir contigo.
Los ensayos era incómodos, amaba verte bailar, pues se notaba a kilómetros lo mucho que lo disfrutabas, pero era demasiado confuso aún no entender la razón por la que me quitabas el aliento. En cada polka eras diferente; coqueto, atrevido, controlador, serio.
Sólo dos veces pude bailar contigo, la primera vez existía único profesionalismo, tú me guiabas, yo me movía como pudiera. La segunda vez no estabas bien, lo noté mucho antes de compartir una canción contigo, o todos lo ignoraban o eran muy idiotas para no darse cuenta. Te presionabas bastante, tu toque era más firme, tu ritmo algo acelerado, notaste lo que hacías y pediste perdón. Amor, no me lastimaste en ningún momento, supe que algo pasaba, únicamente te seguí el ritmo, sin quejas, sin presiones, sin dolor. Supongo resultó porque poco a poco fuiste menos duro contigo mismo.
Salí del grupo, perdí un día de la semana que me encantaba, pues era un bello lugar donde podía verte cómo más me gustas. Ya no existía mi única razón para despertar temprano cada sábado para poder llegar a verte. El querer verte bailar era razón suficiente para no despertar de malas a las 6 de la mañana e ir a los ensayos.

Los descansos me fueron incómodos, no me juntaba con nadie, me encantaba estar sola. Y me invitaste a tu lado, me ofreciste lo que te encontrabas comiendo, estabas acompañado. En ningún momento escuché alguna risa de tu parte, y eso me atrajo más a querer saber lo que pasaba en tu mente.

Mismo grupo, misma capacitación, dios mío. Moría lentamente de la emoción.
Te conocí más de lo que pude esperar, siempre fuiste tú.
Nuestra discreta cercanía, los saludos inesperados, el intercambio de miradas. Una amistad tremendamente inesperada, la rutina de hablar contigo casi a diario. Los momentos en las que salías de clase para asistir a los ensayos, tu ausencia me jodía. Y en ese momento llegaste, terminaste tu ensayo, te acercaste agotado, te abracé. Dentro del aula te confesé que te había extrañado, yo misma me sorprendí, era un secreto entre mi cabeza y yo. Las clases terminaron antes, no me iba a ir a casa, quería pasar tiempo contigo.

Risas, abrazos, chistes, anécdotas del día. Miradas, sonrisas y la lejanía se hizo cada vez menor. Mi cuerpo y sentidos congelados, tus movimientos e intenciones más que claras, ninguna negación, una complicidad. Tus labios y los míos, sin espacio entre los dos, nuestras respiraciones mezclándose, nuestro primer beso.
El momento en que con sangre se firmó nuestro amor oculto por el otro, el auténtico inicio de nuestra actual preciosa historia.

L. 

𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 𝒄𝒂𝒓𝒕𝒂𝒔, 𝒏𝒐𝒗𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒑𝒐𝒆𝒎𝒂𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora