Capítulo 3

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Los parpados de Kagome de apoco se iban abriendo, al chocar sus ojos con la luz empezó a parpadear, nunca lo había hecho pues nunca había cerrado los ojos por largo tiempo. Durmió, ella había dormido y eso la hizo sentirse con mucha más energía que nunca. La perla en su cuello empezó a brillar, al parecer había dejado todo su poder fluir en todo el "castillo" de Inuyasha, se puso de pie y una vez más se miró la extraña ropa, era muy cómoda pero extraña, esta ropa no dejaba ni un milímetro de su cuerpo al descubierto, a excepción de sus pies y rostro.

Sus necesidades le llegaron, recordó la habitación extraña, recordaba que en los libros que la sabia Kaede les hacía estudiar sobre el reino de los humanos, una imagen muy similar a esa habitación era conocida como "Cuarto de baño" o "Cuarto de aseo" tenía todo memorizada su descripción "Cuarto destinado al baño y al aseo que dispone de lavamanos, retrete y bañera o plato de ducha" se adentró y recordó las palabras de Inuyasha "Cuando te desnudez, nadie tiene que verte, a menos que estés en confianza" tenía la suficiente confianza con Inuyasha pero al parecer a él no le gustaba verla desnuda, respetaría su espacio y decisión.

Al terminar sus necesidades decidió darse un baño, sorprendida ya que con sus ojos brillándoles observaba como mágicamente el agua salía por orificios pequeños del extraño manantial del cuarto de baño. Uso todos los recipientes que estaban en el cuarto de baño esparciéndolo por su cuerpo y cabellera, olían muy bien, así que ¿Por qué no?

El agua paro en cuanto presiono un botón y así dio por finalizado su baño, una nueva experiencia que agregar a su diario, solo que su diario se encontraba en el reino celestial y no tenía idea de cómo volver, la sabia Kaede no había enseñado nada sobre "Como volver al reino celestial en caso de caerte accidentalmente al reino de los humanos" suspiro, debería de esperar, Inuyasha prometió cuidar de ella, eso la hacía feliz, tanto que su alegría iluminaba toda la casa.

Abrió la puerta de madera y salió de la habitación, la noche anterior no había tenido la oportunidad de observar muy bien la casa, un largo pasillo con muchas más puertas, miro a su otro lado y vio más habitaciones, definitivamente era un castillo grande.

-No tan grande como el de los reyes del reino - pensó en voz alta caminando hasta las escaleras, un olor exquisito inundo sus fosas nasales, nunca antes había olido algo igual, con rapidez bajo las escaleras siendo guiada por el aroma a comida. Se detuvo al llegar a otro espacio de salón pero con muchas cosas extrañas y ver a Inuyasha sentado en una especie de trono y del otro lado a una señora con su cabello blanco.

Inuyasha al notar su presencia dejo de tomar de la taza de café y se puso de pie.

-Buenos días Kagome - se acercó a ella al ver en sus ojos confusión.

-Hola - inclino su cabeza.

-Ven y desayuna, debes de tener hambre - la guío a tomar asiento en los tronos extraños para ella- Ella es Kanna, es la señora encargada del aseo en casa.

-¿Una dama de ayuda? - pregunto extrañada Kagome, sus reyes tenían miles de damas de ayuda ¿Inuyasha era un rey? - ¿Eres un rey?

-¿Qué? No, no soy un rey - Inuyasha lanzo una carcajada, se divertía junto a ella. Él pensaba que su manera de hablar era solo por la noche anterior, pero al parecer no era así, tomo asiento en un taburete al lado de la hermosa azabache.

-Aquí tiene señorita - la señora de cabello blanco le dejo al frente de ella un recipiente con comida demasiado extraña, había fruta pero ¿Y lo otro?

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora