Capítulo 8

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-¿No le tienes miedo a los truenos o relámpagos? – pregunto Inuyasha después de un ensordecedor trueno, logrando que hubiera un apagón, Inuyasha encendió velas poniéndolas en las esquinas de la casa solo para alumbrar.

-No, en el reino celestial estamos acostumbrados a la furia del Dios Bankotsu, se molesta muy a menudo y nuestro reino tiembla, el sonido aquí no se compara con el que tenemos en mi hogar – Inuyasha de apoco sabia más de ella, de su hogar. El dios Bankotsu no le agradaba nada por lo que le conto Kagome, al parecer ambos pasaban tiempo juntos "divirtiéndose" aparte de que se llevaban bien – Dura todo un reloj de arena, a veces muchos más que uno.

-Hablando del reloj de arena – cambio de tema – Me gustaría enseñarte como es vivir aquí, en la tierra.

-Eso me gustaría muchísimo, no estoy segura de poder volver a mi hogar por el momento – Inuyasha no quería decir nada, pero con honestidad, estaba contento, Kagome no se iría.

¿Era egoísta Inuyasha al querer que Kagome se quedase, mientras que ella buscaba con desesperación intentar volver a su hogar? Definitivamente era alguien egoísta.

-Me gustaría también saber de ti... ¿Por qué estás aquí? – Inuyasha recordó el por qué Sango había bajado de su reino para vivir en la tierra ¿Kagome será igual? ¿Ella había dejado su hogar por él? Eso lo entusiasmaba aún más.

-La ninfa Kikyo, un ser muy egoísta, me ha empujado por la frontera que divide nuestros mundos, es una muy mala ninfa – dijo frunciendo su ceño por primera vez al pensar cosas malas de una persona – Koga tiene razón – suspiro, estaba siendo conocedora de los sentimientos humanos.

-¿En qué? – pregunto con intriga y cierta desilusión al saber que no había venido a la tierra por él.

- Empiezo a sentir sentimientos Inuyasha, antes no sentía la desconfianza ni el odio, ahora lo siento. En nuestro reino no tenemos permitido sentir, para los ángeles eso está prohibido.

-Pero... tú ahora estás teniendo sentimientos ¿No te conviertes en uno de nosotros?

-Mientras que aún posea está perla – metió su mano por dentro de la camiseta de Inuyasha, sacando la perla que colgaba de su cuello – Sí aún tengo la perla celestial, seguiré siendo un ángel, pero experimentare el ser un humano, aún tendré mis poderes, serán débiles pero los tendré y tampoco envejeceré – Kagome agachó su mirada experimentando la angustia y preocupación, al menos sí tendría que ser humano quería envejecer, al igual que Inuyasha.

-¿Simplemente no puedes quitártela?

-Sólo los reyes, algún Dios o alguien mucho más poderoso puede quitarme la perla, Koga aún la tiene y hace cien años que esta en este mundo, posee lo que un humano pero aún tiene sus poderes de guerrero y no envejece.

-Sango, ella era un...ángel – le informó Inuyasha con un poco de credibilidad, aún no se acostumbraba al saber que existía más de un mundo.- Ella es la esposa de mi amigo y sí Miroku no me habría dicho lo de Sango, no hubiera entrado en razón y aún estaría como un loco solitario.

-Entonces sí él no te lo hubiera dicho yo...no estaría aquí. Debería de agradecerle, me gusta estar aquí, con la señora Kanna y contigo Inuyasha – Kagome achico sus ojos y le sonrió sonrojándose levemente, frunció su ceño al sentir su rostro caliente – Quisiera conocer a la esposa de tu amigo ¿Podría? – pregunto tratando de aligerar el calor que empezaba a sentir, una nueva faceta humana, estaba segura.

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