Capítulo 24

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-¡Miroku tranquilízate! – exclamo Inuyasha dándole cachetadas, tratando con eso de tranquilizar a su amigo... y también de aprovechar a darles unos golpes.

-¡No puedo, no puedo! ¿Hay cómo se llamaba?

-Sango... Sango Houshi – recordó Inuyasha.

-¡Así, Sango Houshi! ¿Dónde está mi mujer?

-Se encuentra en la sala de parto 666.

-Ay que lindo número – exclamo Miroku con una sonrisa torcida – Lo bueno es que mi mujer fue un ángel... ¡Gracias! – agradeció y junto con su amigo corrió por los pasillos y troto por las escaleras hasta llegar al piso en donde su mujer estaba.

-¡Mierda! Tranquilízate, es tu segunda vez en esta situación...

-No, tú no entiendes... la primera vez llegue tarde, Mizuki ya había nacido cuando llegue y ella se molestó mucho. Dijo que si había una segunda vez en donde pasará lo mismo... me abandonaría ¡Me abandonaría Inuyasha!

-Ay por todos los dioses... Yo me preguntó porque no te abandono antes – volteo los ojos.

-¡Cállate! Mira... 666, Sango debe estar haciendo un escándalo por este número... - dijo en vos baja antes de abrir la puerta - ¡Sango, perdón, perdón, Inuyasha se tardó y...! ¿Sango? ¿Y Sango? – parpadeo Miroku al no encontrarla en la habitación, de hecho parece que nadie estuvo aquí antes - ¡Averigua donde está Sango!

-¡Acaso soy tu empleado! – respondió Inuyasha pero hizo lo pedido por su amigo saliendo de la habitación – Que no se sorprenda que le reduzca el sueldo – en su camino detuvo a un enfermero – Disculpa, la mujer que se encontraba en la habitación 666 ¿Dónde está ahora?

-¿666? Ah sí, amiga de la señora embarazada hizo un escándalo para que cambiaran de habitación.

-¿Amiga? – un presentimiento Inuyasha tenía.

-Sí, a pesar de su extraña vestimenta es una hermosa mujer – el enfermero suspiro de solo recordar.

-¿Extraña vestimenta? – era ella, era su Kagome - ¡En que habitación!

-En la habitación 111 señor – asustadizo dijo y se fue trotando.

-111, 111, 111... - repetía ese número y con la imagen en su mente borrosa de la única mujer que amo - ¡Miroku está en la 111!

-¡Dios estos números! – renegó Miroku y saliendo de la habitación corriendo junto con Inuyasha pisándole los talones. Aquellos números solo los conocía por su mujer.

-¡Hey, no está permitido correr! – grito una enfermera que los cruzo, pero ambos lo ignoraron.

-¡Sango! - exclamo Miroku entrando de golpe en la habitación, allí se encontraba Sango caminando de un lado a otro, sosteniendo con una mano su abultado vientre y con la otra ella sosteniéndose del hierro en donde estaba su suero.

-¡¿Acaso crees que estás son horas de llegar?! – grito Sango pero se calmó en cuanto recibió otra contracción – Miroku... - gimoteo.

-Sanguito – y Miroku troto hacía ella llegando a su lado ayudándola a reincorporarse y dándole su mano como apoyo.

Inuyasha miro a su alrededor en busca de la mujer que aún hacía palpitar su corazón, que al pronunciar su nombre o recordarla lo hacía temblar de emoción. Miro cada esquina de la habitación, miro por los pasillos, el baño... pero nada, no había rastro de ella.

-Sango... ¿Alguien más está aquí?

-¿Alguien más? – extrañada pregunto Sango – No, solo yo – gimoteo de dolor - ¿Por qué?

-No, por nada – con tristeza respondió y decidió salir al pasillo.

¿Por qué Sango no sabía nada? ¿Acaso el enfermero le había tomado el pelo? De ser así, ya lo encontraría y le daría unos puñetazos por sus palabras sueltas. Apoyo su cuerpo en la pared del pasillo suspirando, hace más de un año que no sabía nada de Kagome y de sus padres.

Después de la charla que había tenido con su hermano, aquello, había funcionado para tranquilizarlo, ella regresaría... no ahora, pero si en algún momento y él... la esperaría.

-Bueno... esto es mejor que estar semidesnuda... - esa voz.

-¿Kagome? – Inuyasha al reconocer aquella inconfundible voz se reincorporo y miro un lado del pasillo y nada. Miro al otro lado y allí, vestida con ropa de enfermera caminando con la vista baja se encontraba Kagome alisándose el uniforme - ¡Kagome!

-Inuyasha – sonriente suspiro y corrió hacía un incrédulo peli plata – Inuyasha...

-Kagome – ambos se abrazaron con fuerza, ella para saber que él estaba allí e Inuyasha para comprobar que no era una imaginación de su mente – Cariño...

-Inuyasha – sollozó Kagome – Te extrañe, te extrañe mucho – Inuyasha la alejo centímetros sosteniendo con sus manos el rostro de Kagome escaneándola, quería estar seguro de que ella fuera real, de que en realidad ella estuviera ahí con él.

-Kagome, cuando... como. ¡Eres tú! – termino por abrazarla nuevamente con euforia – Estás aquí...

-Inuyasha... volví.

°°°

Mis queridos... el final esta cerca.

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¡Nos leemos!

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora