Capítulo 26 FINAL

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-¡Inuyashaaaa! – Kagome ingreso al interior de la casa con una enorme sonrisa en su rostro, pero no recibió rastro de él.

-Buenas tardes Kagome – saludo la anciana Kanna.

-Hola Kanna ¿Inuyasha todavía no llegó? – preguntó dejando su mochila en el suelo.

-Aún no ha llegado el joven ¿Hoy es el festejo del pequeño niño Houshi?

-Sí, hoy es... quería ir junto con él, pero por lo visto el ira más tarde – Kanna asintió sin nada más que agregar – Bueno, iré a prepararme.

Subió las escaleras de la gran casa y se adentró a la habitación suya y de Inuyasha, decidió ponerse un vestido hasta las rodillas de color verde claro, junto con el collar que Inuyasha le había regalado en su cumpleaños –que juntos decidieron que sería el día en que se conocieron- se puso brillo labial y peino su cabello con los dedos de su mano, tomo su bolso y bajo las escaleras.

-Kanna, si pregunta dile que ya me fui al cumple por favor – Kanna asintió con una sonrisa y siguió limpiando la cocina.

Desde que volvió después de haber estado un largo tiempo- según Inuyasha- en el reino celestial, desde que se reencontraron en el hospital había pasado un año desde entonces. Justamente hoy Komori Houshi cumplía un año de vida y ella cumplía un año de estar en la tierra, de compartir su vida con su humano favorito.

Como le gustaría pensar o decir que estar en una relación es fácil, pero no lo es. Inuyasha y ella habían tenido discusiones a lo largo del año y solo eran discusiones estúpidas, las mayorías Inuyasha las iniciaba inventando ocurrencias absurdas, su inseguridad, su miedo, sus celos... aquellos eran factores que él le dejaba en claro que le preocupaba.

Kagome lo tranquilizaba ¿Inseguridad? ¿De qué? Inuyasha era el único para los ojos de la hermosa azabache. ¿Miedo? Miedo a que un día cualquiera ella desapareciera justamente como hace dos años atrás, pero aquello era imposible, Kagome ya no era poseedora de la perla celestial. Y ¿Celos? Bueno, Inuyasha había presenciado en más de una vez como hombres de alrededores le coqueteaban a su mujer ¡Y ni hablar de su compañero de universidad Hoyo! Aquel chico pareciera un chicle ¡No se despegaba de su Kagome! Y eso le irritaba al peli plata...

Pero, a pesar de todas aquellas discusiones sin sentido, ambos no dejaban de sentir el amor que sentían por el otro, sus miradas con aquel brillo enamoradizo que tuvieron desde que aceptaron sus sentimientos seguía intacto en sus ojos. Ambos estaban seguros que por un tiempo largo-demasiado- no dejarían de amarse, problemas vendrían pero juntos lo resolverían.

-¡Eres la madrina! ¿Estás son horas de llegar?

Kagome cerró los ojos ante el reproche de su amiga la castaña, en brazos tenía a un muy apuesto Komori, bien peinadito y con un chupete en su pequeña boquita. Kagome ignoro la mirada fulminante de la madre de su ahijado.

-¡Komori, mi pequeño! – lo tomo en sus brazos – No te lo dije personalmente pero ¡Feliz cumpleaños mi niño! – le dio besos en las mejillas y parte del cuello haciéndolo reír.

-Kagome... - Sango odiaba ser ignorada y la azabache lo sabía.

-Sabes que la puntualidad no es lo mío – sonrió divertida a su amiga.

-Y te tuviste que enamorar de Inuyasha quien tampoco es puntual... - suspiro Sango.

-¡Ey! ¿En qué quedamos? Tú no dices los defectos de mi hombre y yo no digo nada del tuyo – arqueo una ceja.

-¿Bromeas, cierto? Siempre lo criticamos – y ambas se carcajearon.

-¿Y Miroku?

-Debe de andar paseando con Inuyasha... ambos no regresaron desde el almuerzo. Ven ayúdame, atender a 50 invitados y cuidar de mis hijos no es nada fácil – ambas se dirigieron a la cocina del salón alquilado, en el interior había a meseros contratados para servir – Saca lo que quieras – le señalo las bandejas de comida salada y dulce.

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora