Capitulo 30. Tristán.

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Capitulo 30.

Tristán.

Podía estar tranquilo.

Ella me amaba... realmente me amaba.

Y eso era suficiente.

Con su cariño y respaldo me sentía como el hombre mas afortunado en la faz de la tierra.

Acaricie sus caderas con la yema de mis dedos, y por primera vez en la noche, sentí que no se iría de allí. Que siempre iba a estar entre mis brazos y que jamás escaparía.

Uní nuestros labios. Ella tenia la forma más maravillosa de contentarme con un beso, de darme paz con su boca.

Era genial, ponía todo mi esfuerzo en no sonreír como idiota cada vez que pasábamos un obstáculo más entre nosotros y la felicidad para el resto de nuestras vidas.

Ahora era definitivo, estábamos destinados a estar juntos. Estaba escrito.

Trebor era, por mucho, la mayor falla en nuestro camino. Y ahora que la habíamos superado, nada tendría la fuerza suficiente para separarnos.

— ¿Segura que jamás te iras? — Pregunte para reiterar mi confianza.

Gabriela juntó las cejas y rodó los ojos.

— Tristán, he estado junto a ti por diez años. No me iré.

Sonreí tratando de no parecer bobo.

Eso era lo que quería escuchar desde hace mucho tiempo. Al fin había tenido el gusto de saborear aquellas palabras que ponían en orden mi mundo.

La abracé y atraje su cabeza a mi pecho, mientras deslizaba mi mirada por todo el manto estelar.

Gabriela se acurrucó en mi camiseta y apreté mis brazos para asegurarme que no iba a moverse de lugar.

Luego de un rato, ella se percató que estaba distraído y enfocó su visión en el cielo.

— Son demasiadas.

Negué con la cabeza.

— Ahora creo que son realmente pocas.

Gabriela soltó una risa y mi pecho resolló cuando su cabeza se alejo del sitio bajo mi cuello.

¿Tristán Balcarcel, crees que las estrellas son realmente pocas?

Puse mis ojos en blanco al denotar su sarcasmo.

— Puedo contarlas todas.

Gabriela ironizo con un chasquido de lengua.

— Cada quien debe ocuparse de su imposible.

Cierto. Cada uno con su imposible.

Ella era mi imposible... mi reto personal.

Estreche sus nudillos mientras me ponía de pie, ella imito mis movimientos y ambos arrastramos los pies hasta los sillones de mimbre bajo el pórtico.

Desde aquella posición, frente al rostro de Gabriela siendo iluminado por la tenue bombilla, todo parecía estar encajando por fin.

Éramos solo ella y yo. Nada más. No necesitábamos de nada extra.

Agache la cara por la enorme sonrisa que abarcaba mis labios.

— ¿Por qué no dejas de sonreír como si hubieras ganado la lotería?

— La gane. — Dije y regrese a mirar el rubor de sus mejillas.

Gabriela lanzó una risa nerviosa y cruzó las piernas sobre mi regazo.

THE CONSTELLATION IN YOUR BODY (Counting the stars #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora