Capítulo 21

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Para no seguir teniendo sentimientos por alguien lo primero que deberías hacer es alejarte del susodicho. No interactuar hasta las tres de la madrugada, no sonreír por la más mínima tontería que realice, no pasar tiempo con él por puro placer.

Lo segundo es no hablar nunca de él, hablar supondría recordarle y, recordarle, derivaría a echarle de menos. Por lo tanto, procura que tus amigas no suelten su nombre ni algo referido a ello, ni que estés a su alrededor y tus ojos se desplacen directamente hacia él.

Lo tercero, pero no menos importante, es conocer gente sin compararle con el susodicho en cuestión. Nada de "Pero él era así..." o "Pero él hacía esto que me gustaba más...". Todos no son igual que él y costará encontrar a otra persona que sea a imagen y semejanza suya.

Es difícil conseguirlo, pero no imposible.

Sin embargo, todo lo que en algún momento podría haberme ayudado, esas palabras que me repito cada mañana al despertarme, no funcionan esta vez. Lo que tiene de diferente es un solo factor: Chad. Ese chico se ha calado en lo más profundo de mi piel, buscando un lugar en el que ubicarse y encontrando la vista perfecta en el interior de mi corazón donde sería de todo menos problable, arrancarle de ahí.

Dylan siempre decía que la única forma de saber si te gusta a alguien, si quieres estar seguro de que te estás enamorando de alguien, es simplemente mirarle a los ojos. Observarle y descifrar si te pones nerviosa, si ves a cada segundo ese brillo en su mirada que hace que tu corazón palpite sin control, si sus ojos te hacen sentir el zoológico por todas las partes del cuerpo.

Skylar, en cambio, solo necesitaba tener un roce con alguien, entrelazar las manos con una persona, poner las manos sobre su cuello para bailar, acariciarle el dorso para estar totalmente segura de que ama a alguien.

Deseo llevarme las manos a la cabeza, tirarme de los pelos, desesperada, y largarme a gritar a mi habitación. Chillar por haber sido tan estúpida de sentir todas esas cosas de las que Skylar y Dylan han hablado durante toda su vida juntos.

Es solo verle y me pongo de los nervios, para nada en el mal sentido. Le observo y pierdo el juicio, veo borroso si quiero fijarme en otra cosa que no sean sus ojos. Entrelazar nuestro dedos se siente el paraíso en una calma extrema. Como si estuviera de vacaciones en el Caribe, encima de una hamaca, con el simple y relajante sonido de las olas rompiendo en la orilla.

Me paro a un lado en el pasillo, cierro los ojos y tomo una respiración larga y profunda. Reproduzco la voz de mi profesor de gimnasia del instituto al decir que agarráramos aire por la boca y lo expulsáramos por la nariz, que sintiéramos el aire llegar hasta nuestros pulmones, llenarlos de oxígeno y volverlos a dejar vacíos.

Un golpe me saca de mi meditación improvisada. A punto está de tirarme el bolso al suelo de no ser por que mis reflejos son buenos. Me recoloco el objeto sobre mi hombro tratando de identificar al cateto que no mira por donde cojines va.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora