Capítulo 33

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El coche estaba de movimiento, de vuelta a casa

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El coche estaba de movimiento, de vuelta a casa. El paisaje se distribuía a la velocidad de la luz haciéndome visualizar, si es que se podía describir así, borrosas y lejanas figuras, diferentes coches que seguían nuestra misma rapidez y gente que, de vez en cuando, se estresaba y comenzaba a pitarnos por nada en particular. Seguía mirando por la ventana aún así.

También me daba cuenta de Chad fijándose en mis reacciones. Desde que salimos de la casa no he abierto la boca y tengo la certeza de que esa es la principal razón por la que, cada vez que el semáforo está en rojo, echa un vistazo en mi dirección. En cuanto tiene un segundo libre, su mano va a la mía y le da un apretón o la acerca a su boca, la besa y la lleva de vuelta a la palanca del cambio de marchas.

No lograba entender la razón por la que me encontraba tan decaída y eso que soy yo la que me obligo a sentirme así. Mi corazón había decidido comportarse como si estuviera en uno de esos días después de la noche a los nueve años. Con el pecho apretado, las ganas de llorar convirtiéndose en un sentimiento que encontraba familiar y la gente mirándome a la espera que les mostrara una sonrisa para que ellos pudieran estar contentos consigo mismos. Felices por haber hecho fingir y forzar una sonrisa a una niña que iba a terminar prácticamente huérfana.

Lo que sentía no tenía nada que ver con la comida en casa de los padres de Chad, eso lo sabía a ciencia cierta y lo afirmaba con todas las partículas de mi cuerpo. Esa comida, esa familia, ha sido y sé que será fabulosa cada vez que vaya a verla. Todas las veces que Chad me permita, eso por descontado.

No había conocido aún a ninguna familia, a parte de la de Skylar, que sea tan cercana.

Aquella complicidad que poseían todos los miembros de esta, esas sonrisas divertidas entre ellos que guardaban mil anécdotas por ser contadas. Chad era y es feliz en esa familia. Todos le quieren, le echan de menos, y esperan que vuelva a casa pronto. Jamie era la niña pequeña de la familia, la protegida y querida también por todos, sobre todo por Chad. Es su hermanita pequeña al igual que yo soy la de Dylan.

Luego estaba la señora Kim que, junto con su marido, Clay, eran una de las parejas más tiernas que he visto en mi vida. Supongo que por el hecho de que llevarán casi unos treinta años juntos. El amor que se propagó en mí al verlos pocas veces lo sentía. Oprimía el corazón y lo hacía sentir vivo por una vez.

— ¿Estás bien? — por fin su voz se atreve a hablar. No lo había hecho desde que habíamos entrado al coche y, a pesar de que estaba conforme con eso, la echaba de menos.

Siempre agradecía que me diera ese mínimo de tiempo. Unos minutos para poder saber todo lo que cruzaba por mi mente. Respeta mi espacio y era agradable. Desde contarle lo de mi padre, lo de toda mi familia, hasta darme cada segundo de su vida para entenderme. Chad sabía lo que era necesitar un momento para estar dentro de mi mente y organizar todas mis ideas, mis pensamientos más profundos.

Lo amaba por eso.

Volteo el rostro hacia él, mira de vez en cuando en mi dirección teniendo completa atención en la carretera. Hace el esfuerzo de observarme, analizar cada lugar de mi cara para saber de qué modo me encuentro. Él es así, prefiriendo ver a través de mis ojos, de mi alma, en lugar de esperar a por mis palabras. Para él era un libro abierto, una persona que, con solo mirarla, sabías cada pensamiento que tenía. Él poseía ese don conmigo, no sabía esconderle nada, no podía.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora