Capítulo 41

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Encontraba familiaridad con el olor del interior, el aroma a especias, al horno calentando pizzas, al tratamiento dulce de cada persona en el lugar. No habría hecho más que sonreír si se hubiera tratado de un buen día, de unos de esos con los que te despiertas con una sonrisa, agradeciendo al sol por haber salido y haberte dado otro día que exprimir al máximo.

Pero hoy, esta noche, no era uno de esos días.

Quizás por el hecho de que se trataba uno de los peores días que iba a tener que superar en mi vida. Quizás por que era incluso peor que el día en que mi padre asesinó a mi padre. La congoja está presente en mi pecho, me impide respirar y tengo que agarrar todo mi autocontrol para no voltearme y salir del precioso establecimiento.

Miro por encima de las incipientes lágrimas alguna mesa en la que sentarme antes de que venga Chad. Mi trasero se coloca sobre una de las acolchadas sillas. Coloco los codos encima de la mesa y con las manos enjugo todas las endemoniadas lágrimas que me destrozan la existencia. Tomo una respiración entrecortada. No solo basta con tener ganas de llorar, sino que también tengo que comenzar a hipar y sollozar en silencio.

Todo sale de puta madre hoy.

— ¿Nora? — llama alguien. Levanto la vista hacia la mujer de rostro simpático, un ceño fruncido arruga su frente. Supongo que habrá visto que estoy al borde del llanto pero, aún así, no pregunta por ello —. ¿Has quedado con Chad? — interroga en su lugar.

Trago saliva buscando las palabras adecuadas. Sería correcto decirle la verdad, lo que he hecho para venir aquí sin él pero no lo consigo. En cambio, fuerzo una sonrisa y asiento.

— Tenía que hablar con él — me explico. Ella también finge una sonrisa, más sincera que la mía pero con el rastro de curiosidad provocando que flaquee y las comisuras de su boca decaigan.

— Perfecto. ¿Vas a tomar algo o esperarás a que venga? — retoma su pregunta. El bullicio del local sonaría estresante si hubiera sido otro día, ahora solo agradezco que el habla de la gente tape mis oídos y también mi cabeza.

— Esperaré un poco, no tardará en llegar — aseguro. Asiente y forma una sonrisa. Cierra el cuaderno que lleva consigo y guarda el bolígrafo en el bolsillo de su delantal blanco.

— Al final vas a hacer que el chico venga más veces contigo que con su familia — se cachondea. Es una broma, pero clava mil dagas en mi corazón. Si todo va según lo que mi cabeza tiene planeado, dudo mucho que vuelva en un largo tiempo. Menos aún estando yo con él.

Mi boca se crispa en una sonrisa, me encojo de hombros —. Me gusta el sitio — menciono, la sonrisa de la mujer ses agranda y me alegro de que por lo menos alguien sea feliz en este maldito día.

— Muchas gracias, cariño — murmura —. Cuando venga Chad vendré a tomaros nota. ¿Segura que no quieres nada? ¿De beber o para picar?

Niego con la cabeza —. No, gracias.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora