Podría haber sido mucho peor.
Es la primera reacción que recorre mis pensamientos mientras vuelvo a observar por decimoquinta vez el apartamento que me envolvía. Era pequeño, lo suficiente como para que mi existencia parezca una miniatura.
La habitación es de la misma anchura y largura de lo que es la habitación en la universidad. Por el pequeño matiz de que los ventanales de esta llegan desde el techo hasta el suelo. A pesar de que me encantaba cómo estaba organizado, ahora mismo está demasiado expuesto para mi gusto. Me encargo de cerrar las cortinas de canto a canto, fuera de día o de noche, y de no estar en ese lugar nada más que para dormir.
La cocina y el salón, por otra parte, ocupa el mismo lugar, unidos e igual de diminutos. Me servía, en realidad. Así podía alegar que la cocina era demasiado enana para bajar al restaurante de abajo y pedir comida para llevar.
En ocasiones así, Chad es quien me habría traído la cena. Me gustaría saber de qué lugar sería esta vez. ¿De Puerto Rico? ¿De Brasil? A lo mejor se repetía y volvía a traerme esa exquisita Pasta al Pesto que me obligó a hacer cuando estábamos los dos solos en casa, sin nada que hacer.
Tiro las piernas a mi derecha, ruedo por el sofá hasta que mis rodillas tocan el suelo y mi cabeza está hundida en el blando cojín. Profiero un grito que se ahoga en él como símbolo de mi frustración. El libro está boca abajo sobre el mismo sitio en el que estoy yo, de la misma forma pero sin los mismo sentimientos.
Qué suerte sería la mía de ser un objeto inanimado.
Por lo menos, las ganas de llorar hasta deshidratarme habían terminado. Más bien, no eran tan fuertes como los primeros dos días. Ahora solo lloraba por las noches, cuando el día estaba prácticamente había acabado y veía que Chad no venía con esa espléndida y especial sonrisa y una caja de comida para llevar en la mano.
Noto el escozor en mis ojos por recordarlo. No había pensado en él en todo el día. Más bien, y corrijo, no había dejado de pensar en él en todo el día. Mi cabeza quería que su rostro sonriente apareciera en mi mente a pesar de mis contradicciones por que no lo hiciera. Su recuerdo era una caricia dirigida a mi rostro y un puñetazo en el estómago al volver a la realidad. Me dejaba sin aliento y tenía que hacer uso de toda mi imaginación para no acordarme de esos detalles.
Pero volvían. Siempre volvían.
La angustia escala a pasos desesperados por mi garganta, las ganas de vomitar vuelven a aparecer y la sensación de vértigo se asienta en la parte baja de mi barriga. Trago saliva y ahuyento el vómito lo más al fondo que puedo. Cierro los ojos. El rostro de Chad vuelve a sumergirse en mi cabeza como un virus que no quiero hacer desaparecer.
Sus ojos llenos de esa felicidad que llenaba la mía, su voz en calma relajando músculos que no tenía ni idea de que se encontraban en tanta tensión, sus manos hormigueando en mi piel y enviando un calor a cualquier lugar que tocaba y que únicamente sería saciado por él. Sus dedos contenían un fuego que me abrasaban tanto por fuera como por dentro.
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¡No me beses! (U.D.S.#4)
Fiksi RemajaEl linaje de los Clayton siempre ha fortalecido una norma, un objetivo o un capricho, como quieras llamarlo. Cada descendiente de esta familia deberá besar a una chica, la que parezca estéticamente más hermosa. A algunos les gusta, otros prefieren m...