Capítulo 19

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Tenía la intención de llegar pronto a todas las clases, de levantarme temprano por la mañana, tomar mi delicioso café solo y emprender el camino a las aulas donde me esperaba la maravilla más increíble del planeta tierra: la música. También estaba Chad por lo que eso era un punto extra a mi espléndido favor.

O un punto en contra dependiendo de cómo lo miraras. Anoche Chad me había mantenido despierta hasta las cuatro de la mañana, hablando de cualquier cosa e impidiendo que me fuera a dormir a pesar de que los párpados me pasaban toneladas. Cuando me quedé finalmente dormida cual tronco, no recordé que no había puesto la alarma para las siete de la mañana del día siguiente.

Razón por la cual, al despertarme, eran las diez de la mañana y yo aún no había aparecido por clases. Me había perdido la hora de la señora Delilah —que me mataría por ello al día siguiente— y la de Curtis, el profesor de Análisis Discográfico. Ese profesor me tenía enfilada, me pondrá una cuerda en el cuello de saber que no tengo justificante por no haber siquiera aparecido por allí.

Estúpido Clayton.

Pero, por más que trato de llegar a mi tercera clase, la cual ni de coña iba a perder, una espalda se choca conmigo. O a lo mejor es al contrario y yo me he chocado con él por no mirar por donde iba, por estar demasiado entretenida en pensar en Chad. No logro reconocer su rostro pues el dolor que se esparce por mi nariz y el pinchazo en el trasero que me provoca al caer al suelo, es más importante que eso.

— Dios — mascullo llevándome una mano a la nariz comprobando que ningún hilillo de sangre salga por los orificios o que mi culo no se haya descompuesto del golpe.

Un chico se gira, reconozco su rostro preocupado pero no lo consigo encajar en ningún sitio. Mis ojos oscuros no se han fijado en los suyos, de un tono más oscuro, nunca. Sé que no lo conozco al dar por sentado que me habría acordado de esos preciosos ángulos que su mandíbula formaba. No debe pasar mucho por la cafetería ni estar en ninguna de mis clases pero, pese a eso, presto atención y aprecio la divinidad del adonis delante de mí.

¿Acaso no hay ningún chico que sea horrible? ¡Yo qué sé! Alguien que aún no haya pasado su pubertad, que tenga granos por doquier llenos de pus como volcanes con lava a su alrededor y que vaya con el cabello grasiento por no retirarse bien el champú de la cabeza. O un chico que tenga unas gafas que no le hagan lucir como un dios del Olimpo y un aparato en los dientes que desmonte toda su buena imagen.

Los hombres no terminan de formarse hasta casi los dieciocho, tienen que estar terminando su pubertad así que, ¿dónde está toda esa etapa de adolescencia limitada? Alguien tiene que ser así en este instituto pijo.

Pero, en su lugar, solo traen a chicos con un pelo castaño que dan ganas de tocarlo hasta que se desintegren tus manos, ojos que matarían a personas de un infarto —azules, verdes, dorados, pardos, cualquiera tono sirve— y un cuerpo que cualquier experto desearía esculpir.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora