— Vamos, bonita. No muerden — se ríe de mí. Sigo en el coche de Chad, enfrente de la puerta de su casa y aún soy incapaz de atreverme a poner un pie fuera del vehículo.
El ladrillo rojo cubre toda la fachada con las zonas más bajas y altas de la casa protegidas por un mármol blanco que le da el toque necesario para que sea perfecta. La figura de las ventanas, también con ese material de los bordes, sostiene unas cristaleras idénticas a las de la puerta a la que tienes que entrar sobrepasando un pequeño arco del mismo ladrillo que el resto de ella.
La casa impone demasiado, y todavía no he entrado. Es tan familiar que me aterra pensar lo acogedora que será dentro, lo que me hará sentir ver a una familia feliz sin signos de ser unos maníacos asesinos. ¿Cómo veré a su padre? No puedo verlo de la misma forma que veo a mi padre, ni tampoco puedo ver a su madre igual que la mía, con el recuerdo latente de su cuerpo sobre un charco de sangre.
Me niego también a ver a su hermana como lo era yo de pequeña, con esa inocencia e ingenuidad que me llevó a creer que mi familia era fabulosa, cariñosa y la mejor de todas sobre la faz de la Tierra. La familia de Chad es diferente, Chad es una persona totalmente opuesta a lo que es mi familia y, por consecuente, sus padres y su hermana serán de la misma manera.
No pasa demasiado tiempo, su sonrisa no ha flaqueado ni por un instante y se ha acercado a la puerta del coche donde estoy sentada con los pies volteados hacia el exterior, tendidos en el aire con pánico por tocar el suelo.
Fuerzo una sonrisa —. No te rías de mí — le golpeo el brazo con suavidad, sus manos rodean mi cintura. El alivio se extiende por mi pecho, ralentiza el latido desesperado de mi corazón.
— No me río de ti. Me parece tierno — confiesa.
Alzo una ceja, interrogante —. ¿Te parece tierno verme muerta de miedo?
— No — responde tras soltar un bufido divertido. Mira para un lado antes de regresar la atención a nosotros —. Me parece tierno que te aterre lo que mis padres piensen de ti. Eres dulce, Nora, te van a querer — asegura.
Los ojos se me inundan de lágrimas, mi nombre pocas veces ha salido de su boca y la mirada que me dedica me derrite. Es maravillosa la forma que ha tenido el mundo de devolverme a la vida, de devolverme un trocito, chiquitito pero suficiente, de todo lo que había perdido en mi niñez.
— Gracias — gratifico.
Deja un pequeño beso sobre mis labios —. Solo recuerda que eres perfecta y no importa si dicen algo — murmura, asiento y su cuerpo se aleja para tenderme la mano y ayudarme a bajar.
El frío vuelve a calar mi cuerpo por su lejanía. Muerdo mi labio inferior agarrando toda la cobardía que poseía y tirándola al infierno. Un ataque de valentía me hace sostener su mano tendida y me impulsa a deshacerme del sillón del vehículo.
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¡No me beses! (U.D.S.#4)
Novela JuvenilEl linaje de los Clayton siempre ha fortalecido una norma, un objetivo o un capricho, como quieras llamarlo. Cada descendiente de esta familia deberá besar a una chica, la que parezca estéticamente más hermosa. A algunos les gusta, otros prefieren m...