Narra Sam.
Joder, el sonido de aquel celular estaba destrozando mis tímpanos. Sonaba cada dos segundos en un tono bastante alto y también molesto. No era el teléfono de Zac, conocía como sonaba y además seguro estaba en la universidad. Era viernes, nueve y media por la mañana, en la noche teníamos una presentación con la banda en un bar universitario, sin embargo decidí quedarme despierto. Ya no podría volver a dormirme. Me levanté para dirigirme a la cocina, llevaba tan solo un bóxer, como siempre acostumbraba. De pronto me topé de espaldas a Lenna que parecía estar buscando algo en la alacena de la cocina y recordé que ahora había una chica viviendo con nosotros. Vestía con un suéter color crema que le llegaba hasta las rodillas y un par de medias que no cubrían todo el resto de sus piernas. Tenía el pelo castaño claro, largo hasta la cintura. Pensé que se veía demasiado bien, pero regresé a la realidad cuando ella giró de repente.
Se tapó los ojos y sonrió, sonrojada. Me sorprendió su inocencia y reí.
—Lo siento, no sabía que estabas ahí atrás— dijo sin quitarse las manos de la cara.
—Había olvidado que estabas aquí— ouch, creo que fui demasiado sincero. — ¿Eras tú la del sonido molesto en el teléfono?— como para rematar mi torpedad, se me ocurrió preguntar aquello.
—Yo... yo ya lo apagué. Lo siento, lo siento mucho. No quería despertarte. Perdón— noté que la había puesto nerviosa, que gran lío.
—No te preocupes, no fue nada— probablemente si hubiese sido Zac o alguno de los chicos el culpable de despertarme tan temprano, de mi boca solo habrían salido insultos.
—Te haré algo de tomar. ¿Café?— ofreció. Seguía con los ojos tapados.
—Está bien, café. Me iré a vestir ahora— giró para regresar a la cocina y yo regresé a mi habitación a vestirme. Me haría algo para tomar, genial. Después de todo no era tan incómoda la idea de vivir con una chica. Además Lenna parecía de las tranquilas.
Me coloqué unos jeans rotos, una remera negra con una estampa de bandas y me senté en el comedor. Antes de hacerlo, encendí el equipo de música conectando mi celular en él. "Wonderwall" de Oasis empezó a sonar, una de mis bandas favoritas.
— ¿Wonderwall, Oasis?— pronunció cuando la vi aparecer con dos tazas de café en las manos, mientras se acercaba me di cuenta que tenía cierta dificultad para moverse. Tres años estudiando medicina no habían sido en vano, aprendí bastante en todo ese tiempo. Yo asentí a su pregunta. —Me encanta— volvió a sonreír y se sentó a tomar el café justo frente a mí.
—Tienes buenos gustos.
—Perdón otra vez, por... ya sabes, lo de mi teléfono.
—No importa, Lenna. No fue nada grave— dije amablemente y di un sorbo al café que por cierto sabía excelente. Estaba a punto, bien batido y con la cantidad de azúcar exacta. — ¿Estás mejor?— al menos físicamente lucía un poco más recuperada que el día anterior. La imagen de sus ojos color miel, cristalizados y clavados fijamente en los míos, no era nada simple de olvidar.
—Sí, eso creo— escondió su cara en la taza de café. Dejé de mirarla, quizás la ponía demasiado nerviosa o no sé. Soltó la taza para quejarse de un dolor arriba de la cintura, lo supe porque llevo sus manos allí mientras emitía un gemido por el dolor. Dejé mi pocillo sobre la mesa y me acerqué para ayudarla.
— ¿Estás bien?
—Me duele mucho— resopló.
—Ven, vamos al sillón— la ayudé a caminar hasta allí para que se recostara. Esa chica necesitaba ir a un hospital porque algo en ella definitivamente no estaba bien. Noté como respiraba aliviada cuando su cuerpo se relajó. — ¿Dónde te duele?

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My wonderwall.
ActionLa inocente y dulce Lenna, logra escapar de las garras de su padrastro tras seis meses de encierro y privada de su libertad. Golpeada y herida, consigue llegar por sus propios medios hasta el departamento de su hermano mayor, con quién hace tiempo h...