Capítulo 46.

52.2K 3.8K 514
                                        

Narra Lenna

Descansaba entre dormida sentada en la silla, con la cabeza apoyada sobre la cama de Zac y con su mano aún apegada a la mía. Nunca fuimos de los que se demuestran cariño físico, yo no soy demasiado demostrativa y Zac tampoco lo es. Pero siempre nos quisimos mucho y nunca dejamos de ser unidos, a pesar de todas las controversias que hemos tenido que atravesar. Recuerdo que cuando era pequeña él me tomaba de la mano para guiarme a algún lado, siempre marcándome el camino, siempre un paso delante de mí para poder cuidarme. Me costó mucho entender sus enojos repentinos, sus cuestionamientos y su frialdad, pero comprendí que al final solo intentaba protegerme.

Mi cuerpo estaba cansado, yo también lo estaba. Traté de dormir un poco, y fue imposible. No hacía más que dormitar, porque seguía consiente de la realidad y el llanto silencioso que surgía aún contra mi voluntad me interrumpía cada vez que cerraba los ojos. Me mantuve con la mirada fija en nuestras manos unidas, lo único que me ofrecía un poco de esperanza. Si observaba directo a él, a su cuerpo casi sin vida me quedaba sin aliento. Apenas conseguía soportarlo. 

—Ya... deja de llorar— escuché de repente y me sobresalté. ¿Era un sueño o estaba volviéndome loca? Era la voz, la voz de mi hermano, un tanto débil y ahogada, pero acababa de oírlo.

Me animé a elevar la mirada y lo contemplé, esta vez con sus ojos entre abiertos.

— ¿Zac...?— pronuncié sin poder creerlo.

—No llores más, Lenna— su mano apretó la mía y por primera vez después de tanto sufrir sentía una grandiosa alegría.

—Por Dios, ¡Zac! ¿Estás bien? Dime que estás bien...— murmuré conteniendo las ganas de tirarme a su lado y abrazarlo. —No ¿Sabes qué? Mejor no hables, no te esfuerces, voy a buscar a un médico— atiné a levantarme para caminar.

—No, espera, espera.

— ¿Si?

—Quédate aquí— pidió y entonces me calmé, regresé a sentarme. — ¿Cómo... como estás tú? ¿Sam? ¿Cuánto tiempo pasé así?— habló mientras se quitaba de su nariz la respiración artificial.

—Yo estoy bien. Sam también lo está, él... él me encontró y me rescató a tiempo— conté. — ¿Tú te sientes bien? ¿Estás seguro que ya no necesitas eso?— hice referencia al respirador.

—No. Solo estoy algo débil, pero... no me cuesta respirar— respondió, aliviando gran parte de mis preocupaciones.

— ¿Puedo abrazarte?— pregunté con las pupilas cristalizadas. Tenía miedo de ser bruta y hacerle daño o lastimarlo. Nunca lo había visto tan frágil. Tampoco tenía idea de cómo reaccionaría a mi pedido. Sin embargo, como pudo extendió los brazos y me hizo un gesto para que me acercará aún más.

—Ven aquí— lo miré con los ojos llenos de lágrimas y terminé rodeándolo, hundiéndome entre sus brazos. Me sentía aliviada, ya no me costaba respirar porque era como si una parte de mí acabara de recomponerse. Mi hermano estaba bien y la tranquilidad de saber eso no se remplazaba con nada. — ¿Tú también estas bien, verdad? ¿No te hicieron nada, cierto?— preguntó aún sin soltarme, yo simplemente suspiré dejando caer algunas lágrimas, pero decidida a no contarle nada malo. Temía que algo pudiera afectarlo demasiado hasta el punto de entremeterse con su salud. Así que decidí callar.

—Nada, Zac— respondí. —Solo me lastime un poco la pierna, pero estoy bien— agregué. No podía omitir lo de la pierna, porque lo notaría al verme caminar.  —Sabes, iré a buscar un médico...— dije separándome de él y luego limpie las gotas que recorrían mi rostro. —Tenemos que asegurarnos de que todo está bien.

My wonderwall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora