Capítulo 11.

93.7K 5.4K 523
                                        

Narra Lenna

Probablemente acababa de tomar la decisión más estúpida de mi vida, pero seguía pensando que estaba dentro de lo correcto, porque tenía motivos suficientes para justificarme. Después de finalizar la llamada, caminé nerviosamente por el departamento, esperando a que llegase. Ya había aceptado, no había vuelta atrás. Quizás si lograba darle algo de lo que quería, dejaría libre a mi hermano y eso era lo que más necesitaba. En el fondo sabía que estaba a punto de cometer una locura, sin embargo intentaba convencerme todo el tiempo de que era una buena elección. <<Solo hablaremos, solo hablaremos, solo hablaremos>> me recordaba a mí misma cada dos segundos, con la firme intención de sentirme más segura. Pensé en llamar a Sam y contarle lo que estaba a punto de hacer, pero me retracte al instante, no quería cargarlo con más responsabilidades, él ya estaba haciendo demasiado por nosotros.

Lo esperé como una hora más, tiempo que se hizo eterno.

De pronto escuché que tocaban la puerta y de solo pensar quién se encontraba detrás, mi cuerpo se estremeció. Lo soporté tanto, tanto tiempo ¿por qué no podría resistir una simple conversación? Tomé aún más coraje y atendí. Lo observé y era él, era Víctor, quién llevaba en su rostro una sonrisa malévola. Se adelantó a entrar antes de que yo pudiera darle permiso y cerró la puerta. Me percaté antes que dos matones se quedaron afuera, para asegurarse de que nadie interrumpiera nuestra charla.  No sé porque, pero en cuanto vi a Víctor comencé a arrepentirme de mi decisión. Sus ojos irradiaban perversidad y yo solo sentía ganas de gritarle, salir corriendo, alejarme.

— ¿Me extrañabas?— su tono de voz irónico comenzaba a irritarme. Fruncí el ceño, mostrándome molesta. Al mismo tiempo intentaba hallar fuerza en mi interior pero apenas me alcanzaba para soportar su presencia, sintiendo que iba a derrumbarme en cualquier momento.

—Mira... yo... yo solo acepté porque quiero que dejes a mi hermano libre— murmuré. —Sé... que tú, bueno, que tú puedes hacerlo— agregué temerosa. Pero hizo caso omiso a mis palabras. Él se acercó y acarició mi cabello, reaccioné al instante quitando su mano con brusquedad.

— ¿Quieres ver a tu hermano libre? Entonces compórtate. ¿De acuerdo?— yo asentí porque no tenía otra opción que obedecer. Víctor llevó esta vez sus dedos a mi mejilla para acariciarme. Caminé hacia atrás, todo en mi interior se contrajo y sentí la bilis subir por mi garganta; cuanta repugnancia me generaba su aspecto, su olor, su forma de hablar y sus intenciones de tocarme. —Así me gusta— pronunció regalándome otra de sus desagradables sonrisas. De pronto mi cuerpo chocó contra la pared. Diablos, me tenía completamente acorralada. Una de sus manos marcó un camino recorriendo mi cuello y la otra sostenía con fuerzas parte de mi cadera, mientras su cuerpo buscaba acoplarse al mío. Cerré mis ojos con fuerzas, apaleando a la ilusión de que tal vez todo era una pesadilla, que despertaría en la habitación de mi hermano y las cosas estarían en orden. Mala suerte, no estaba soñando. Estaba ocurriendo y otra vez, como siempre, sucedía por mi culpa. ¿Quién me obligó a aceptar verlo? NADIE.

—Déjame... Déjame... por favor— pronuncie rogando, en vano.

—Esto es lo que quiero— miró fijamente mis ojos. —Te quiero a ti— susurró con sus labios casi apegados a mi oído. —Si te portas bien no será doloroso, Lenna. Sé que eres inteligente y dejarás que haga lo que quiera contigo— continuó hablando. —Piensa en todo el poder que tengo. Y lo sabes Lenna, sabes que puedo hacer lo que quiera con tu hermano. Incluso que tenga un misterioso "accidente". ¿Quieres eso?— Víctor tenía un increíble don para la manipulación, con tan solo nombrar a Zachary conseguiría lo que quisiera de mí. Yo respondí negando con la cabeza, no hablé. Busqué alejarme, pero seguía acorralada y su peso era mucho mayor sobre el mío. —Iremos a mi casa ahora. ¿Entendido? Estaremos más cómodos allí— indicó despegándose de mí y yo asentí a su indicación. <<Obedecer, obedecer, obedecer>> era la palabra que reinaba en mi mente. —Buena chica— acarició mi barbilla con su pulgar para luego, finalmente, dejarme respirar. Abrió la puerta del departamento, comentó algo a sus matones y estos desaparecieron. Quedamos solos y entonces me tomó del brazo, haciendo que caminara a su lado. Dejamos el sitio y emprendimos a caminar por el pasillo que dirigía hasta el ascensor. Yo solo deseaba no pensar en nada, poner mi mente en blanco, ser insensible y vacía de emociones, porque no estaba segura si podría soportar lo que estaba a punto de vivir.

My wonderwall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora