Capítulo 1.

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Narra Lenna.

¿Aún sigo en mi casa? ¿Esto es una pesadilla o qué es lo que ocurre? Mi rostro ardía. Sentí su puño directo en mi mejilla izquierda una vez más y entonces caí al suelo. Atiné a ponerme de pie, pero fue imposible. No tardó demasiado en inmovilizarme con una patada directo en mi estómago. Mis brazos abrazaban mi cuerpo, intentando protegerme a mí misma de alguna forma, aunque no sirviera demasiado. Llegué a un punto en el cual pensé que todo intento de salvarme en aquel momento sería en vano y, sin esperanzas, me dejé golpear como si fuera una bolsa de basura. Él lo hacía como si yo fuera un muñeco de plástico sin sentimientos ni dolores físicos. Rogaba, gritaba que me dejara en paz pero luego me callé la boca. Cuando más le increpaba empeoraba su carácter, los golpes, su fuerza, todo.

¿En qué momento ocurrió esto? Mi cabeza solo buscaba algún dato, algo que decir, que hiciera efecto para que él se detuviera alguna vez, porque diablos ¡Me mataría si continuaba desquitándose conmigo! El dolor lo sentía en ocasiones, cuando me costaba respirar, cuando el aire ya no llegaba a los pulmones y creía ahogarme y morir, sí, morir. Grité una vez, suplicando que se detuviera. Entonces mencioné algo de mi madre e intermitentemente, se quedó helado. Estático. Me miró, allí tirada, sangrando, adolorida. Se agachó un poco para quedar a mi altura, y tomándome del cabello me puso de pie junto a él.

— ¡A tu cuarto! ¡Y no quiero que salgas de allí!— me ordenó en tonó agresivo y bruscamente me arrojó al pasillo que dirigía a los cuartos. Caí otra vez. Mi cuerpo chocando con el suelo, aumentando aquella sensación que se asemejaba a millones de dagas clavándose en mí. Me ayudé con mis brazos a elevarme un poco, nuevamente debía ponerme de pie, pero esta vez sola. Percibí el sabor a sangre en mi boca y escupí mientras tomaba aire. Observé una cantidad considerable de aquella sustancia rojiza desparramada debajo de mí y me asusté, incluso más de lo que estaba. Víctor, quién no parecía estar conforme con verme casi destrozada, se acercó otra vez. Maldije en mis adentros.

— ¡Vas a limpiar todo eso, mocosa! ¿Entendido?— entonces me proporcionó una patada en la espalda y tal cual segundos antes, mi cuerpo se estampó contra aquellos mosaicos helados.

—Sí señor, lo haré— alcancé a susurrar, porque pretendía como sea, recuperar el aliento para lograr caminar hasta mi cuarto. Me arrastré hasta allí como pude, con temor a que Víctor me sorprendiera por detrás dándome una puñalada en la espalda. La sangra seguía deslizándose, dejando un rastro a medida que transitaba a duras cuestas el camino a mi habitación. En cuanto estuve ahí dentro, cerré la puerta quedando apoyada detrás de ella. Mitad de mi espalda se mantenía erguida y la otra parte de mi cuerpo, descansaba sin emitir movimiento alguno. ¡Maldición! Era como ser la persona más débil del mundo y odiaba aquella sensación. Tenía que admitir que no era tan fuerte como pensaba y eso dolía más que todos los golpes que aquel tipo me había proporcionado. Seguía repitiéndome que debía respirar, y las lágrimas continuaban resbalando en mi rostro, mezclándose con las heridas abiertas. El dolor quemaba, y yo creí estar agonizando. Pensé en mamá. Recordé el día en que se casó con Víctor Malffoy, un importante empresario dueño de una cadena de hoteles. Hoteles que jamás llegué a conocer porque mi madre murió seis meses después de haberse casado con él. Lo irónico es que yo estaba feliz el día en que contrajeron matrimonio. Ella estaba feliz y sinceramente él me parecía un buen tipo, traía regalos a casa con regularidad e incluso me regaló un viaje a París cuando ellos se fueron de luna de miel a las Bahamas. En aquella época me imaginaba la gran familia feliz, teniendo una vida soñada. Entonces mamá enfermó y todo se fue a la mierda. También pensé en mi hermano y en su odio irremediable hacia Víctor. Jamás lo aceptó, no lo quería en absoluto y a pesar de los intentos de mi padrastro para ganarse su cariño, nunca dio el brazo a torcer. Zachary no podía verlo con buenos ojos y ahora entiendo porque. Supongo que era algún instinto "masculino." Pero él tampoco consiguió demostrarnos que Víctor era un mal hombre, así que mamá y yo creímos que era uno de sus estúpidos caprichos.

My wonderwall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora