Narra Lenna
En un primer momento no supe con seguridad si se trataba de una alucinación producto del pánico y todos los traumas vividos, o si realmente era él. Pero su mirada era tan oscura, llena de maldad, que todo el temor que me transmitía me terminaba por asegurar que aunque no quisiera creerlo, era él. Nos estaba viendo, nos tenía casi nuevamente entre sus manos. Apreté la mano de Sam con fuerzas y lo alarmé.
— ¡Es Victor, tenemos que correr, es él!— exclamé llena de miedos, Sam ni si quiera giró para comprobarlo. Echamos a correr desesperados, como si fuera la última cosa que hacíamos en la vida. — ¿A dónde vamos?— cuestioné con la respiración acelerada, empezando a sentir con más intensidad todo el dolor en mi cuerpo, sin saber cuánto podría aguantar corriendo de esa forma.
—Tengo el auto, lo dejé a un costado de la ruta, resiste, por favor— murmuró algo entrecortado, pero lo entendí. Él también estaba agitado. Yo corría aferrada a su brazo, pero mirando cada dos segundos hacia atrás para ver si Victor nos alcanzaba o no. El campo parecía ser eterno, como si nunca fuéramos a llegar a la ruta.
De repente oí un fuerte estruendo que me paralizo. ¿QUÉ RAYOS HABÍA SIDO? Tomé una bocanada de aire tratando de seguir a paso rápido.
— ¿Qué fue eso?
—Lenna, tienes que correr lo más rápido que puedas, no pares— indicó. Y supe que aquello habían sido disparos, tiros. Lo confirmé cuando mi novio esquivó responder a mi pregunta y corrió acelerando aún más. Sus pies llevaban a los míos, sin dudas. Yo solo transitaba dejándome llevar por su fuerza.
Luego del primer disparo oí como cinco o seis más. Cada estruendo me hacía sobresaltar, pero ninguno me detenía. Por instinto, encorvamos un poco la espalda, como si fuera una forma de protegernos.
Dejé de observar hacia atrás.
Solo miraba hacia adelante, esperando llegar a un lugar donde estuviéramos a salvo.
Fue cuando creía que estamos a unos veinte o treinta pasos de la ruta, cuando sentí un sorpresivo ruido y al instante, un punzante dolor en la parte baja de mi pierna derecha. Grité, quejándome. El intenso ardor no me permitió seguir, solté la mano de mi novio y caí rendida sobre el pastizal.
— ¡Lenna, diablos!— lo observé tirarse de rodillas a mi lado. — ¿Dónde te duele, donde?— preguntó con desesperación, observando cada parte de mi cuerpo para encontrar la herida.
— ¡Mi dieron en la pierna!— exclamé entre sollozos, indicándole cuál de ellas era. Ambos bajamos al mismo tiempo la mirada hacia la zona, y nos percatamos de la sangre que comenzaba a fluir. Apreté mis dientes, buscando no gritar y soportar el dolor.
—Tranquila. Lenna, tranquila, ya estamos muy cerca, no nos queda nada. Voy a llevarte— dijo posicionándome para cargarme en sus brazos. —Sostente de mi cuello. Y no te sueltes por nada ¿de acuerdo?— hice lo que él me indico y al instante sentí sus brazos pasar por debajo de mis piernas. Cuando todo se acomodó en su lugar, me levantó como a una niña y comenzó a correr otra vez, con todo mi peso sobre sus brazos y mi cabeza apoyada en su hombro. Dolía demasiado, ardía como el infierno. Mi cuerpo contaba con más heridas, pero en ese instante todo el malestar se concentró en mi pierna.
Los estruendos se escucharon un par de veces más, pero ninguna de esas balas llegó al destino que esos tipos deseaban.
—Ay, me duele... duele mucho— me quejé sin poder evitarlo.
—Estamos cerca, Lenna. Estoy viendo el auto. Ya casi llegamos— percibí cierto animo en su voz y entonces abrí los ojos. Tenía razón. El auto estaba ante nuestra vista. Sam corrió, cada vez más agitado pero terminamos por llegar al destino. Me vi obligada a bajar de sus brazos y apoyarme sobre el capó, mientras Sam buscaba las llaves en su bolsillo, tarea que le llevó unos pocos segundos.

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My wonderwall.
AksiLa inocente y dulce Lenna, logra escapar de las garras de su padrastro tras seis meses de encierro y privada de su libertad. Golpeada y herida, consigue llegar por sus propios medios hasta el departamento de su hermano mayor, con quién hace tiempo h...