1. Mirada

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Tenía que irme rápido a tomar el tren de las ocho y no llegar tarde a mi entrevista. Me llamaron para reemplazar por algún tiempo al profesor de historia en un instituto para jóvenes, era mi oportunidad. Mi compañera de piso y amiga de siempre, demoraba mi salida cepillando su cabellera roja.

- No puedo esperarte más Nami debo irme llego tarde. -

- La apariencia es importante ¿Sabes? Así nunca vas a conseguir novio.

Su comentario, el más escuchado de esta semana, estaba cansándome.

- No busco novio, busco éxito profesional... Adiós Nami. - Antes de cerrar la puerta, pude escuchar a mi amiga decir algo sobre que no sabía de lo que me estaba perdiendo.

Corrí bajando las escalas, corrí por las calles, corrí al llegar a la estación. Pagué mi pasaje y mi celular comenzó a sonar. Era la secretaria del instituto confirmando mi asistencia. Mi nerviosismo aumentó tanto que no me fijé para nada por donde iba y choqué contra un chico al que le tiré todos los libros.

- ¡Fíjate por dónde vas mujer! - Molesto se puso a recoger el desparramo.

- Lo siento... Lo siento mucho de verdad, ¿Puedo ayudar? -

- Déjalo - Me apartó y me miró directo a los ojos. Me sentí intimidada. Mis mejillas me delataron.

Sin decirme una palabra, pasó de largo para subir al mismo carro en el que yo iba a abordar. Incómoda, me coloqué lo más alejada posible pero el gentío me lo impedía. El joven aún volteaba de vez en cuando para mirarme entre la gente de la misma forma intimidante. Sus ojos hicieron contacto con los míos en cuatro ocasiones.

Decidí no prestarle más atención, a cualquiera le puede pasar, fue un accidente, no fue para tanto, pero no podía negar que el chico llamó mi atención. Parecía que él estaba permanentemente molesto, sus movimientos toscos y su actitud a la ofensiva le quitaban todo el atractivo que tenía. El tipo es guapo, muy buen físico, cabello exótico de color verde, rasgos varoniles, buena estatura. Vestía pantalón negro y una camiseta negra sin mangas ceñida que marcaba cada uno de sus músculos abdominales y pectorales.

Divagando entre esos pensamientos, llegué al lugar indicado. Bajé rápidamente alcanzado la salida y para mi mala suerte el chico parecía ir en la misma dirección que yo. Lo miré furtivamente por lo que yo creí sería la última vez.

Con éxito superé mi prueba, respondiendo con seguridad y demostrando mis capacidades, obtuve el puesto. A pesar de ser un reemplazo, el instituto gozaba de prestigio y colocarlo en mi currículum me ayudaría a alcanzar mis metas. Me he esforzado estudiando y abriéndome paso en una carrera bastante machista, bueno casi todas lo son, la historia y la arqueología.

Lamentablemente eso ha tenido costos. No tengo vida social, sólo tengo una amiga, no visto a la moda, de hecho suelo llevar "ropa de vieja" como dice Nami, zapatos bajos, me hago moños simples y uso gafas por mis frecuentes lecturas.

Comienzo el lunes enseñando a chicos de dos clases, el salario no es malo. Antes de salir del instituto, lo ví, algo más allá de mi posición, estaba el chico de la cabellera verde.  Tumbado en el césped, despreocupado y a la sombra, lo acompañaba un chico rubio que parecía estar regañándolo.

«No puede ser... ¿Estudia aquí? Bah... A mí que me importa»

Alejé al chico de mi cabeza y volví a mi departamento muy contenta. Sonó mi teléfono, era Nami, quería saber cómo me había ido.

- ¡Oye que bien! Sabía que lo conseguirías... Te aviso que no llegaré a casa hasta tarde el domingo... - Mi amiga parecía ocupada al otro lado de la línea.

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora