2. Cerca

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Me fui con tiempo de sobra para reconocer los lugares en los que haría mis clases. La secretaria, muy amable, me indicó, la biblioteca, la sala de profesores, la cafetería y los salones de clases de los dos cursos a los que estaba orientada. El instituto era sólo para varones que por lo general provenían de familias acomodadas, aunque claro, supe que algunos de los alumnos se ganaron becas para permitir sus estudios en este lugar tan prestigioso. Mi clase comenzaba en media hora.

Entré al salón, aún no llegaban los jóvenes, así es que preparé mi escritorio y mi presentación. Fueron llegando puntuales, uno a uno tomaban sus lugares mirándome algunos con amabilidad, otros con curiosidad y así. Cuándo pregunté si estaban todos, me dijeron que faltaba uno pero que siempre llega tarde, sobretodo los lunes. Di las gracias y comencé, dejando un poco de lado a la timidez que me caracteriza.

- Hola a todos, mi nombre es Nico Robin y seré su maestra sustituta de historia. Reemplazaré unos meses al maestro Toshiro por motivos de salud. -

Continué escuchando a los chicos decirme sus nombres. Eran bastante respetuosos y sus rostros simpáticos. Eso me dió confianza y mis notas ya preparadas, hicieron de ésta una experiencia agradable. Enseñar a chicos mayores no tiene nada que ver con los de secundaria. La clase de hora y media avanzaba sin contratiempos hasta que la puerta se abrió de golpe provocando la distracción de todos.

- Buenos días, perdón por la tardanza... -

Un joven con gafas de sol y de aspecto despreocupado entró situándose en el único asiento vacío. Era él. Tenía que ser una maldita broma.

- ¿Buenos días? - Dije dando un paso al frente. - Es bastante tarde... ¿Sería tan amable de sacarse las gafas y presentarse? - Adopté el tono más serio que pude.

Se puso de pie ante mí. Se quitó las gafas. Tenía un ojo morado, su sonrisa, intacta.

- Pero si eres la mujer despistada del otro día. - Alzó una ceja y provocó algunas risas disimuladas. - Soy Roronoa Zoro y como ya dije, perdón por el retraso. -

- Bien señor Roronoa, sus compañeros le dirán quien soy yo. No tolero los atrasos en mi clase y eso va para todos, vuelva a su lugar. - Mantuve firme mi postura pero él no me quitaba la vista de encima, parecía no importarle en absoluto lo que dije.

Fuera de ese inconveniente la lección continuó hasta el toque para indicar el receso. Les pedí traer un trabajo para la siguiente clase. Fue todo.

Algunos se despidieron cordiales, mientras otros tenían dudas sobre los temas tratados. Con paciencia expliqué y se marcharon.

Me senté en el escritorio y revisé el libro de anotaciones del curso. Busqué en los registros al joven desafiante, podía apostar a que era de esos típicos revoltosos sin remedio. Era todo lo contrario. Tenía excelentes calificaciones no sólo en este ramo si no en todos. Iba a retirarme de la sala cuando ví que él todavía estaba sentado en su lugar.

- Señor Roronoa, la clase terminó. Primero llega tarde y luego no quiere irse... Me pregunto si no tiene nada más que hacer. - Apenas terminé de decirlo se puso delante de mí apoyándose en el escritorio con su rostro a dos centímetros del mío.

- Y yo me pregunto porqué una mujer tan hermosa con ese rostro de ángel luce tan amargada. -

- Eso fue bastante impropio. - Me alejé un poco pero no pude ignorar sus ojos sobre mí.

- ¿Impropio? En qué siglo vives mujer. - Hizo un intento por tomar mi mano. Lo esquivé.

- ¡Zoro! Te busqué en la cafetería... - El rubio del otro día se asomaba en la sala. -

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora