12. Estrategias

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Le pedí a Zoro que me llevara no muy tarde para adelantar lo de mi clase de mañana. Sus ojos no dejaban de analizar cada uno de mis gestos, mientras caía el atardecer. Sólo esperábamos en la sala de la cabaña, a que viniera la encargada del aseo del complejo para entregarle las llaves.

- Robin... ¿Qué piensas de mí? -

- ¿Qué? - Me pilló algo desprevenida. - Bueno... Ehh... -

- La última vez no me respondiste... Ahora que me conoces un poco ¿Tienes algo más claro? -

- Sí... Con lo que tengo hasta ahora puedo hacerme una idea. -

- Entonces dime... -

- Creo que a simple vista eres un niño mimado y caprichoso. Acostumbras a hacer tu real voluntad, en parte porque puedes con tus recursos y en parte porque no hay nadie que te diga que no... - Sonreía de lado pero sus ojos no hacían juego. - Se te puede ver seguro, arrogante, algo deslenguado, orgulloso, incluso diría que indomable... - Me guiñó el ojo. - Pero... todo eso es fachada, todo es para esconder al niño abandonado que hay dentro de tí y que reclama por amor de verdad... - Se sorprendió, al parecer di en el clavo.

- Mierda... Me descubriste... - Sonrió y me dió un beso. - ¿Algo más maestra? -

- Sí... Además eres atento, tierno, gentil, caballeroso, inteligente, sexy, irresistible y valiente... -

- ¿Todo eso piensas de mí? - Se acercó un poco más en el sofá para hundir su rostro en mis pechos. - Robin... Porqué no te conocí antes... -

- Mi amiga dice que las cosas pasan por algo... Tú... - Levantó su rostro para mirar mi cara. - Domaste mis miedos y prejuicios y los dejaste en un rincón en el momento preciso... - Enredaba mis dedos en su cabello.

- Eso te pasó por tirar mis libros... - Se puso a la altura de mi boca para devorarme con un beso. Sonreí y lo abracé. - Te quiero Nico Robin... -

Un golpe en la puerta indicó la llegada de una señora de un poco más de cuarenta años con cara alegre, que entró mirando a todos lados.

- Pero miren nada más... hijo cuánto has crecido... - Zoro saludaba a la señora con un abrazo y dejaba que ella le pellizcara las mejillas. - ¿Y esta señorita tan linda? ¿Es tu novia? Buenas noches... Soy Ana... Mucho gusto... Fuí la niñera del niño Roronoa... Encantada... - Extendió su mano la cual tomé sin dejar de sonreír.

- Nana... Lo siento tenemos que irnos enseguida... Prometo, para la próxima, traer los chocolates que tanto te gustan... -

- Como siempre tan hermoso mi niño... - Se dirigió a mí - Por favor... Cúidelo... No me lo haga sufrir... Y téngale paciencia... - Reí cubriendo mi boca.

- No se preocupe... Está en buenas manos... Lo cuidaré como el hueso de un santo... - Zoro me miraba apenado pero sonriendo.

- Aquí están las llaves... Nos vemos Nana. - Le dió un abrazo y un beso en la mejilla a la mujer. Que se despidió tan efusiva como había llegado.

- ¿Qué fue eso Roronoa? - Reí - Que linda... Se nota que te quiere mucho... -

- Ella cuidó casi toda mi infancia de mí y de Sanji... -

- ¿Sanji? -

- Así es... - Me tomó de la mano para salir y subir al auto.

- ¿Hace cuánto que se conocen? -

- Desde que la madre de Sanji murió... - Puso las llaves en el contacto, se puso unos guantes de cuero sin dedos, me dió un largo beso y puso mi mano en su pierna. - ¿Lista? - Sonrió y puso la música a todo volumen. Thunderstruck de AC/DC. La intro del tema le duró hasta la salida a la carretera.

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora