21. Memorias

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Escucho ruidos lejanos. Parece que llegan a mí con desfase, con lentitud. A través de mis párpados percibo luz pero no me atrevo a mirar.

Mi cabeza da vueltas. Es lo único que siento cuando decido abrir los ojos. Más bien el ojo derecho, porque al parecer, tengo una lesión en el izquierdo que me impide usarlo. Estoy tendido en una cama, mi cuerpo me duele, cada centímetro de piel, cada hueso, cada músculo lo siento fatigado y desgarrado. Pero, algo llama poderosamente mi atención, no recuerdo porqué, cómo, cuándo ni dónde estoy. No tengo ni siquiera un nombre. Mi mente está en blanco, salvo por una visión vaga, un espejismo fugaz de unos ojos azules, profundos, tristes, misteriosos y llenos de lágrimas.

Me llevo una mano cubierta de vendas a la cabeza. Se me está empezando a partir del dolor. Me pregunto porqué tengo tantos vendajes. Me pregunto que hice, que me pasó, pero lo único que puedo ver son esos ojos azules como el mar profundo, es la única respuesta que encuentro.

Me muevo de a poco. Voy a enderezarme para sentarme pero una mano me lo impide.

- Quieto... - Una voz grave me habla. No distingo quién es.

- ¿Qué...? Qué... Pasó... - Me palpitaba la sien así que preferí mantener mi ojo cerrado.

- Resuscitaste... Eso pasó... Tienes que quedarte quieto, debo llamar al doctor para que te examine... - Oigo pasos que se alejan. - Por el momento quedate ahí sin moverte... Estás mal herido todavía... -

- Cuánto tiempo llevo aquí... -

- Un mes... -

- Y... ¿Quién eres? -

- Un amigo... Vuelvo enseguida... -

Se cierra una puerta. Los aromas vuelven de a poco a mi sentido del olfato. Huele a vino y a tostadas. Obedecí solo porque me sentía incapaz de salir corriendo de ahí. Esperé por lo que me pareció una eternidad, cuando volví a escuchar más pasos.

- Bueno... Bueno... ¿¡Cómo está nuestro paciente favorito!? - Un tipo en bata blanca y un maletín en mano se acercaba a la orilla de mi cama. Lo sé porque me forcé a usar mi ojo. - ¿Cómo estás Roronoa? Sabía que te traeríamos de vuelta... - Dejó salir una risa fanfarrona.

- No grite... Me duele la cabeza... Quiero saber dónde rayos estoy... -

- A salvo... Por poco se muere el último de los herederos de tu familia... - Se puso unos guantes y sacó un fonendoscopio del maletín junto a una linterna de bolsillo. - De hecho estabas clínicamente muerto... - El tipo pasaba la luz de lado a lado y escuchaba mi respiración con su aparato en los oídos, mientras tomaba mi pulso en la muñeca izquierda. - Veamos esas heridas... -

Me acomodó de lado. Al parecer tenía una sutura importante en mi pecho y en mi cabeza. Examinó minuciosamente y concluyó que había que retirar puntos.

- Esto dolerá un poco... Pero la herida de tu cabeza es la que me preocupa más... Tuviste una suerte única... No todo el mundo recibe una herida de bala en el cráneo y vive para contarlo... - Mirando mis reacciones siguió con sus preguntas. - ¿Cómo te llamas? -

- No lo sé... -

- Ya veo... Dime... ¿Qué es lo que recuerdas? ¿Algo? Cualquier cosa sirve... -

- Unos ojos azules... Son hermosos... Pero... Lloran... Gritos lejanos... Una voz de mujer... Luego silencio... Hasta ahora... - Me tomé la cabeza. - ¿Puede darme algo para este jodido dolor? Me está matando. -

- ¿De verdad no recuerda nada? - La otra voz habló desde un rincón.

- ¡¡Ya dije que no!! - Me arrepentí enseguida de haber gritado porque el dolor se intensificó.

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora