5. Fantasía

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Dormir, sí claro. No podía quedarme indiferente, como si nada me estuviera pasando, al fin y al cabo soy de carne y hueso. Su agarre era firme, mi cintura era rehén de su mano. Aún así pude girarme un poco para verlo con más pausa. Con un dedo recorrí los músculos de su brazo, con mi mano toqué suavemente su ancha espalda, alcancé uno de sus glúteos firmes y miré sus muslos, este hombre es pura fibra. Giró su cabeza hacia mí, lo había despertado y me observó con esa sonrisa excitante. Retiré mi mano en el acto.

- Que estás haciendo maestra... te dije que durmieras... - Los colores en mi rostro le causaron gracia.

- No... No tengo sueño... - Me excusé. Se acercó haciendo contacto con su cuerpo en el mío.

- ¿Entonces? Qué sugieres... - Su mirada se posó en la transparencia de la camiseta que dejaba ver mis pechos y se saboreaba los labios. - Hasta cuándo vas a negar que lo único que has querido esta tarde es que te haga mía... -

Mi corazón se disparó, pero el peliverde tenía razón. Las palabras no me salieron pero asentí, él recibió el mensaje.

- En todo el puto día no he podido ignorar esos pezones duros y deliciosos que se traslucen en la tela de mi camiseta... - Señaló mi busto tocando con su dedo índice como de casualidad la punta de uno de ellos.

Se acomodó un poco pero lo suficiente para que nuestros labios casi se rozaran. Ante una mirada se atrevió a besarme. Un beso cargado de pasión, un beso de esos cachondos, eterno. Con su mano aprovechaba para recorrer mi piel, me estaba empezando a derretir bajo su tacto. Mis nervios y mi excitación luchaban en mi mente mientras él no perdía el tiempo.

- Relájate... Estás muy tensa... Yo te puedo ayudar con eso... - Me hablaba con susurros sexys mientras besaba mi cuello y mordía levemente el lóbulo de mi oreja.

- Zoro... No... Creo... No creo que sea buena idea... - Mis palabras no me convencían ni siquiera a mí.

- No vas a dejarme así ¿Verdad? - Tomó mi mano y la puso en su prominente bulto endurecido. Terminé de derretirme. - ¿Lo ves? Es tu culpa... - Se puso por completo sobre mí corriendo las almohadas y sábanas. Situándose entre mis piernas que con las de él había abierto. - Ahora sólo quedan estos estorbos... -

Tomó la camiseta por un extremo y la rasgó sin más, haciendo que se liberaran mis senos los que no tardó en tomar y masajear con suavidad, jugando hábilmente con mis pezones como con un par de perillas.

Recibí un montón de sus besos en los labios, en el cuello, en los hombros y en especial descendía hasta mis pezones devorándolos con maestría. Cada sensación era electrizante, con cada chupada hacía que empezara a gemir. Eso pareció encantarle.

- Eso es nena... Quiero escucharte... -

Aparte de lo que hacía con sus labios y sus manos, su voz, particularmente sensual estaba causando estragos en mí derribando todas las defensas. Solté por fin mi cuerpo y él se dió cuenta enseguida.

Deslizó su mano derecha bajo el bóxer que me había prestado, exploraba mi sexo, iba a descubrir mi secreto, iba a descubrir la razón de mi resistencia.

Volvió a besarme mientras me decía que le encantaba lo húmeda que estaba, que había impregnado de mi su ropa interior y que se moría por beber algo que sería, según él, mejor que el sake. Sus palabras y su voz flotaban en mi cabeza mientras sentía sus dedos jugando delicioso con mi clítoris. Sus miradas constantes, penetrantes y lujuriosas no paraban de asediarme. Me moría por probarlo, probarlo a él.

Subió una de mis piernas a la altura de su cadera y me enseñó que con la punta de mi pie le podía deslizar hacia abajo el bóxer, mientras él rasgaba el que yo tenía puesto. Con eso nuestros sexos hicieron el primer contacto.

- Zoro... - Jadeaba.

- Dime... Me quieres adentro ¿Verdad? Ya quieres sentirme... - Se puso a tocar mi entrada con su miembro que con mis jugos se deslizaba tentador. Lo sentía caliente y duro apegado a mí.

Sin dejar de besarme, mirarme y tocarme sucedió. Con un hábil movimiento de cintura, sentí un doloroso pero placentero desgarro cuándo entró en mí de una sola estocada llenando mi cavidad con su miembro de fuego. Me provocó un grito de aquellos que hizo que me sentara en la cama.

Con eso desperté.

Desorientada, agitada, sudorosa y sin ningún control de mí misma. Miré a todos lados, afuera se notaba que había oscurecido, estaba perdida y tratando de recuperar el aliento cuando me di cuenta de que el verdadero Zoro me observaba sonriente acostado a mi lado. Cubrí mi rostro con ambas manos avergonzada.

- Hola... - Se sentó a mi lado y me abrazó. En vez de calmarme me agité más. Me apartó las manos y tomó mi mentón para mirarme a los ojos. - ¿Por qué no llevamos a la realidad lo que estabas soñando maestra? - Su voz, esa provocativa voz era idéntica a la de mi sueño.

- Ehh... - Desvíe la mirada con el rostro caliente, seguro que estaba roja. - Zoro... Yo... -

- No necesito saber de qué se trataba. Te estuve mirando hace rato como dormías. ¡Diablos! Debe haber sido bueno, ví como te tocabas, escuché como gemías y como suspirabas con mi nombre... - Tomó una hebra de mi cabello y la olía cerrando los ojos. - Que dices... ¿Fuí bueno? Porque en ésta realidad puedo superarme... -

- No... No... Yo... Zoro... En realidad... Creo que debería irme... - Lo aparté un poco para sacar mi teléfono del bolso. - Si... esteee... Yo... Lo siento... Te agradezco infinitamente por lo de anoche y por este día... De verdad... Pero... -

- No me jodas... ¿¡Es una broma cierto!? - Se paró de la cama quedándose entre el bolso y yo. - ¿¡Que mierda pasa contigo!? ¿¡Hay algo malo conmigo!? ¿¡De qué estás hecha Robin!? ¿¡De piedra!? Porque te aseguro que después de lo que ví lo dudo. ¡Maldición Robin! Eres una mujer adulta ya, no una adolescente... ¿¡Qué demonios te pasa!? ¿¡Acaso te asusta el sexo!? - Mi cara parecía delatarme. - ¿Es eso verdad? Por que no me vas a salir con la estupidez de la distancia profesional... ¡Distancia mis pelotas! - Gritó.

Había logrado controlar mi respiración pero la tensión en el aire era demasiada. Él tenía razón pero no podía decirle nada. Caminó a la ventana y se apoyó con los brazos levantados en el vidrio. Yo mientras tomé su pantalón de buzo, me lo puse, me calcé mis zapatos y tomé mi bolso. Mi cabeza iba a estallar. Me acerqué a él con temor pero decidida a no dejar las cosas así. Lo abracé por atrás, su cuerpo se tensó.

- Zoro... Hay una razón por la que yo no... - Hice un silencio muy incómodo. - Olvídalo... Jamás lo entenderías... -

- Porqué no haces la prueba de una maldita vez... - Recuperó el tono de su voz y se volteó. - El tiempo pasa... ten eso en cuenta... - Su mirada se había enfriado de pronto. - Vete... -

- Zoro... -

- ¡¡Que te vayas!! -

Me alejé hacia la puerta, él volvió a la ventana. Tomaba su cabeza con ambas manos.

Al salir de la habitación me topé con su amigo.

- Ohh. Perdón, no sabía que estabas aquí Sanji... - Unas lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Él se acercó con un pañuelo.

- ¿Estás bien modemoiselle? ¿Quieres agua? - Fue a la cocina y me trajo el vaso. Tomé un par de sorbos.

- Gracias... sí estoy bien... No es nada yo... -

- Dale tiempo... Ese tipo es como una cebolla. Debes pelarlo capa por capa... Encima es un bruto pero no es malo, no le tocó una vida muy fácil a mi amigo... - Acarició mi mejilla con ternura. - Nami me dió su número y yo tengo el suyo. Llama si lo necesitas. -

- Gracias Sanji... Buenas noches. -

- Nos vemos maestra... -

Ya en la calle el aire helado golpeó mi cuerpo dándome energía suficiente para llegar a mi departamento. Estaba todo apagado. Nami seguramente estaba dormida. Fuí directo a la ducha. Al salir Nami estaba sentada en el sillón con la lámpara encendida. Corrió a abrazarme y se puso a llorar. Me preguntaba si estaba bien, si no me habían hecho daño, cosas como esa. Me explicó cómo se dió todo para que Zoro fuera en mi rescate. Yo la escuchaba pero no la oía. Mi mente se quedó en el departamento de enfrente.

Ese chico estaba provocando un terremoto grado diez en la escala Richter en mi corazón.





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