8. Huida

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Desperté con sed por culpa de una pesadilla a eso de las tres de la madrugada. Revisé mi celular para ver la hora y ví que tenía tres llamadas perdidas de un número que no tenía en mi agenda. Encendí mi lámpara.

Me levanté con el móvil en la mano y marqué al número desconocido que me había llamado hace tan sólo diez minutos asomándome a la ventana. En frente se encendió una luz y ví que Zoro se pegó a la ventana de su habitación con su móvil.

- ¿No puedes dormir? -

- Parece que tú tampoco... -

- No, no puedo... Cierta maestra ronda en mi mente... Y no quiere largarse de ahí... -

- Ya veo... Discúlpame... Debo levantarme temprano... -

- ¿Y porqué llamaste? - Su voz sonó triste.

- En realidad no lo sé... -

- Sí lo sabes... Pero no quieres decírmelo, no me insultes... -

Nos mirábamos a través de los vidrios y escuchábamos la respiración del otro por el teléfono.

- Puedo... - No estaba segura de decirlo.

- Espérame... Voy para allá... - Colgó.

Eso no me lo esperaba. Ví que se vistió y salió. Ví cuando cruzó la calle. A los cinco minutos me llamó de vuelta.

- Ábreme... estoy en tu puerta... -

Mi corazón se aceleró al instante. Fuí a recibirlo indicándole que guardara silencio. Lo tomé de la mano y lo llevé a mi habitación.

Ya en mi cuarto me senté en la cama. Él en cambio se puso a dar vueltas por el lugar observando todo con curiosidad.

- Que haces... - Tomó mi perfume y se aplicó en la muñeca frotándose y disfrutando el aroma. - Te pregunté... -

- Shhhh... Tu amiga va a oírte y vendrá a sacarme a patadas de aquí... - Me miró de pies a cabeza. - Así que no sabes porqué me llamaste... Curioso... -

- Qué es curioso... - Hablábamos en voz baja.

- Yo no sé qué hago aquí con una mujer que no quiere nada conmigo. - Se sentó a mi lado. - Y henos aquí... ahora en tu territorio... -

- Prefieres estar en tu propia zona de seguridad... ¿Verdad? -

- En realidad me da lo mismo donde estemos... Mientras esté contigo... -

- Zoro... - Se quitó la camiseta, las zapatillas y los pantalones.

- ¿Puedo? - Me tomó para sacarme el pijama y acostarme a su lado, ambos sólo en ropa interior, cubriéndonos con cuidado apagó la luz apoyándome en su pecho. - Estás temblando Robin... -

- Yo... - Las palabras luchaban por salir.

- Abrázame... Y duerme... Esta noche no habrán pesadillas... -

Abrí la boca de asombro. Cómo es que él sabía eso o sólo lo intuyó, no lo supe. Lo abracé. Su piel suave y cálida con su aroma me adormecía.

- Es la segunda vez que estoy en la cama con la misma mujer y sin hacerle nada... Espero que no te acostumbres... -

- ¿Puedo? - Le dije acercándome a sus labios, recordando las palabras de Nami.

Él sólo se quedó quieto pero noté que su respiración se hizo más profunda. Lo besé. Ésta vez fui yo quien, dejando a un lado mis nervios, mis miedos, en un esfuerzo sobrehumano, dió el paso. Un beso tibio, rodeada de sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo. Fue hermoso.

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora