14. Imprevistos

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Esos días del mes llegaron y me tiraron a la cama como la mayoría de las veces. Con fuertes cólicos y algo de fiebre me levanté en mitad de la noche. Fuí por un analgésico al botiquín, luego a la cocina y después revisé mi celular. Tenía tres llamadas perdidas de Zoro. Dudé en devolverle la llamada por lo tarde, pero pude comprobar que seguía despierto cuando miré por la ventana. Marqué.

- Como estás preciosa... -

- Hola... Qué haces despierto a esta hora... -

- Pienso en una maestra que me enloquece... Tiene un cuerpazo... Si la vieras... -

- Entonces... ¿Tiene novia señor Roronoa? - Adopté un tono seductor.

- Sí... Pero ojo no estoy muerto... Además no es nada serio... -

- ¡¡Zoro!! - El tono sexy se esfumó enseguida y él se partía de risa al otro lado. - Espérame... - Colgó antes de que le dijera que no venga.

Mi malestar corporal no era más fuerte que las ganas de verlo pero no iba a estar cómoda. No sacaba nada con alegar, él ya estaba en la puerta. Cambió la cara al verme sudorosa, despeinada y tiritando.

- ¿Estás enferma Robin? ¿Por qué diablos no me avisas? Ven... - Me tomó en brazos y me llevó a mi cama arropándome. - Tienes fiebre... Llamaré a un doctor... -

- Zoro... No... Estoy bien... No es necesario, me sucede casi siempre que... - Me sonrojé sin saber qué decirle. Él me miró y como parece leer mi mente entendió mi problema enseguida. - Tengo frío... -

- Demonios Robin eso es normal, es parte de tí... Si algo como la regla me detiene juro que me hago gay... - Se rió. - Si te ocurre así cada mes yo puedo cuidarte. - Me regañaba como a una niña. - ¿Te duele? ¿Necesitas algo? -

- Quédate conmigo... - Estiré mi mano. Él se desvistió. Cogió mi mano y se metió conmigo en la cama acomodándonos de lado con sus manos en mi bajo vientre.

- ¿Estás cómoda? - Asentí sintiendo el calor y el aroma que emanaba su cuerpo. - Según estudios profundos y serios del tema, coger es un buen remedio para los cólicos... - Su risa me contagió. - Puedo ayudarte con eso... -

- ¿No te importa? Puede ser algo desagradable... -

- ¿Lo haz hecho estando así? - Debo reconocer que la sola pregunta me encendió bastante.

- No... Yo... -

- Entonces no lo sabrás si no pruebas... -

- ¿Y tú? - Quise ahondar.

- Yo por lo menos quiero probar... - Me besó y acarició uno de mis pechos que estaban muy sensibles. - Si te sientes incómoda o te duele solo debes decírmelo y paramos... ¿Queda claro? - Asentí de nuevo con mi brazo aferrado a su cuello.

Se las arregló para abrirse paso con su deliciosa rigidez, entrando con una estocada certera poniendo en alerta todos mis sentidos. Mi flujo lo empapó en segundos. Lo escuché gemir y tomó mis caderas para acomodarme a su antojo. No sé si fue por la inflamación o por otra cosa, pero sentí mi cuerpo estar más expuesto a las sensaciones placenteras que recibía de su penetración. Olvidé pronto el dolor, la incomodidad o la preocupación por mancharlo todo. Mi fiebre ya no era un síntoma si no una reacción de la excitación que me provocaban cada una de las embestidas rítmicas y poderosas de mi amante.

- Ahhh... Qué rica Robin... Qué rica estás... ¿Te duele? ¿Estás bien? - Me hablaba sin parar de hundirse en mí.

- Sigue... Sigue... Zoro... Ahhh... - Dejé escapar los gemidos que había estado conteniendo y me corrí de forma escandalosa al sentir el clímax.

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora