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" e l  p a s a d o "


LUNA.

Cinco minutos en el auto de Apaolaza y ya me arrepentía de haberle dicho que sí. Porque si me ponía a pensar bien, no lo conocía mucho, puede que hayamos sido amigos en la primaria pero por dios, nosotros teníamos cuanto... ¿Siete años, menos? No estaba segura si él era una buena persona.

Aunque no parecía malo, me estaba haciendo un grandísimo favor llevándome a la facultad.

—Si no te gusta cambia eh. —escuchó que me habla.

Salí de mis pensamientos y lo miro, él deja de mirar la calle un momento para señalar con la cabeza al estéreo.

En ese momento sonaba una canción de Soda, ¿Creo? Ni idea, no escuchaba mucho la música de acá, menos rock.

—No esta bien. —trate de sonreir y hablar sin que mi voz tiemble delatando que estaba un poco-mucho nerviosa.

De pronto mi miedo y vergüenza apareció.

—¿Y que estás estudiando, Luna? —pregunta sin dejarme pensar mucho.

—Ciencias Económicas. —contesté, cuando se gira a mirarme algo sorprendido.

—¿Y te va bien?

—Bien, ahí la llevó... Como puedo. —admití.

—¿Pero te gusta estudiar eso? —indaga y se nota interesado.

—Sí. Solo que por ahí me cuesta más de lo que pensé, más ahora... —le conté mirando la calle—. ¿Y vos, que haces?

—Juego al futbol. —contesta y me giro a mirarlo, él me mira por un segundo, creo que esperando una reacción—. En Estudiantes.

Es donde lo observó mejor, llevaba puesto una remera simple blanca con nike en el frente y un jogging con un escudo, supongo que debería ser del club que me decía.

—Que lindo, me alegro. —simplemente dije, no sabía bien que decir, al parecer el se dio cuenta ya que soltó una risa—. Bueno, perdón, no veo futbol.

—Esta bien. —sigue él, un semáforo da en rojo, es donde me mira y me cacha mirándolo, me sonrie como si nada—. Te juro que por un momento no te reconocí el otro día.

—A mi igual. —admití y miré hacía otro lado rápidamente.

No era de aguantar mucho la mirada, menos con personas que no conocía mucho.

—No pensé que ibas a crecer más. —escucho que dice con cierto tono de burla.

Entonces lo miro y sí, el pibe tiene una sonrisa burlona.

—Sí, a mi también me pareció raro que no estes gordito como antes. —contraataque.

Francisco suelta una risa sin poder evitarlo y me mira.

—Vos eras pampita igual eh.

Viro mis ojos y miro hacía la ventanilla.

—Sí, bueno estaba un poco gordita.... —lo pienso y recuerdo que por eso la mayoría de nenas no se juntaban conmigo, alto bullying me hacían—. Pero bueno... Miren de quién se burlaron.

Apaolaza ríe más y asiente dándome la razón.

—La verdad que sí... —comenta y me mira de reojo.

No sé como interpretar eso así que solo sonrió y no digo más nada.

A pesar que al principio tenía mucha vergüenza, me solté, más bien Francisco me da esa confianza y terminamos tocando temas del pasado.

Nuestro pasado en la niñez.

De esos viernes en la primaria que él solo llevaba pororo y una gaseosa para merendar por capricho; él prefería comer eso en ese entonces, que su mamá no le dejaba y al final habían llegado a un acuerdo que en la semana la merienda serían cosas saludable y solo los viernes podía llevar lo que él quisiera.

Era lindo recordar una parte de mi niñez con él, que fue mi primer amigo, me contó también que había pasado de su vida después de cambiarse de colegio. Y de su vida ahora y volvimos al pasado riéndonos de cosas que se nos venían a la mente.

Hasta recordé que estaba cerca de la facultad.

—Acá esta bien. —avise a media cuadra.

—¿Segura?

—Sí, más adelante es un quilombo con los autos. —dije el estaciono el auto cerca del cordon y yo tome mi mochila—. Muchas gracias, Francisco.

El me miro y se encogió de hombros quitándole importancia.

—Suerte. —me dijo y asentí.

Bueno ¿Y ahora qué? ¿Lo saludó con un beso?

Fue.

Me acerco y el también, besó su cachete apenas tocando su mejilla suave sintiendo su perfume varonil, bajo mi mirada alejándome para abrir la puerta.

—Gracias de nuevo y suerte a vos tambien. —digo antes de bajarme.

El levanta su mano en forma de saludo.

—Gracias Luna.

Ya en la vereda apresuro mis pasos y ya no miro atrás. Me asusto cuando alguien agarra mi brazo pero me relajo al ver que era mi amiga de la facu.

—¡Ay estúpida! ¡Casi te pegó Valeria! —la retó y ella solo se ríe.

—¿Y ése que trajo quién es? Lo vi eh... —pregunta y sus cejas se elevan—. Ya me decís la verdad, sino no te dejo en paz en toda la clase.

Suspiro, porque era muy capaz de hacerlo.

Aunque no tenía mucho que contar, apenas era dos veces la que veía a Francisco.

Flores | Francisco Apaolaza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora