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c a p i t u l o  f i n a l

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c a p i t u l o  f i n a l.

l a s  u l t i m a s  f l o r e s ”

Un mes después.

FRANCISCO.

Y es donde me encontraba nuevamente donde todo empezó en serio, donde la espere para poder preguntarle qué sea mi novia, en su casa también donde todo se desmonoro, por mí culpa.

No sé por cuánto estaba esperando afuera de su casa, pero trataba de pensar en que decir.

Eran a las dos de la mañana y yo tenía que saber que responder si su madre me abría o si era ella, aunque lo tenía claro, lo que no tenía claro era como comenzar. También me replanteaba la idea de que hacer ahora sí irme y olvidarme o quedarme, bajar y buscarla.

Aunque también no sabía si ella estaría, o con quién, no sabía que fue de la vida de Luna este último mes pero rogaba que no haya empezado nada con alguien, aunque si lo hizo estaba en su derecho y me lo merecía, pero eso me bajaba las ganas.

Al mirar al asiento del copiloto, me encuentro con las flores nuevas que compre esta tarde, porque las que tenía en el departamento estaban muy marchitas y no era una buena imagen llegar así; también pensaba en la idea de qué tal vez Luna ni siquiera aceptaría las flores y muchas ideas más.

Miro el reloj de mi muñeca que marcaban las dos, tome aire y supe que ya no debía perder más tiempo.

Era noviembre y está llovizna tal vez sería lo último que iba a darnos de ambiente frio, porque también hacía frío, los últimos días habían sido así. Nublado, gris, fríos y lluviosos, feo como yo me sentía, era como si el clima expresaba como yo me sentía, o como yo me había sentido las últimas semanas sin ella.

Miro que la llovizna caía con más fuerza sobre el vidrio de mi auto y sabía que era o nunca, así que me coloque la capucha de mi buzo para no mojarme tanto, saque la llave y tome el ramo de flores para abrir la puerta del auto y bajarme.

Coloque, rápidamente cruzando a la vereda, la alarma y camine con prisa hacia el portón de la casa. Tenía suerte que no estaba cerrado con candado, aunque me parecía raro, lo cerré y agradecí que este no hiciera tanto ruido aunque por más que lo haga nadie lo notaría en estas horas y con el tiempo así.

Llegué a la puerta y toque dos veces con algo de miedo, miedo que se intensificó esperando que alguien abriera, pero me tranquilice solo un poco cuando logré escuchar ruido de llaves, sabía que alguien podía atenderme.

Pero como tan rápido que se abre a medias la puerta y me deja ver la mitad de la cara de Luna todo mi discurso se cae, como yo también.

No sé que me pasaba, pero las ganas de llorar por todo lo que pasó entre nosotros entraron y más cuando ella me habló bruscamente, no sin antes mirarme rápidamente de pies a cabeza.

Flores | Francisco Apaolaza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora