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c a p i t u l o :
q u i n c e.
“ e l d í a d e s p u e s ”
La chica se levanta de golpe y observa que esta sola, en una cama que no es suya, ni tampoco su departamento. Observa mejor y recuerda todo lo que había pasado en la madrugada.
Francisco.
Se asombra y rápidamente toma su celular para ver la hora, pero se relaja al ver que eran apenas las 11 de la mañana. Y también se da cuenta que tiene un mensaje de él justamente avisándole que se fue a entrenar y que si quería podía desayunar ahí, esperarlo o simplemente irse.
Y lo piensa. ¿Cambiará algo?
Después de levantarse, arregla la cama de Francisco, para agarrar sus sandalias y salir con cuidado de la habitación.
A la mitad de la sala se asusta cuando escucha una voz.
—¿Ya te vas?
Se gira y ve a la chica, Ana, la hermana más chica de Francisco. Luna automáticamente se pone roja de la vergüenza.
—Hola, buenos días, si salía. —la rubia se ríe un poco nerviosa porque la verdad no sabía que responder.
La morocha, se acerca un poco riendo.
—Podes quedarte, Fran me dijo que te lo diga. —dice y Luna sonríe.
—Me encantaría, pero se que Francisco salía hoy así que, mejor no, no quiero sentir que molesto. —se expresa sincera.
Ana suelta la mano al aire y niega con una sonrisa, quitándole problema.
—No pasa nada, pero si tenes que irte, le explico a Fran. —termina con la misma sonrisa.
Por un momento Luna no entiende el por qué de su buen trato, apenas la había conocido en la madrugada, llega a la conclusión que los Apaolaza son todos iguales, un amor.
—Gracias te agradezco... —emite la rubia arreglándose el pelo—. Si viene Francisco decile igual que gracias, tendría que irme, mi vieja me estaría esperando.
—Esta bien, tranqui. —contenta sin problema la menor de los Apaolaza.
Sin más, la chica le saluda desde lejos y la rubia sale del departamento, dejando a la hermana de Francisco con una buena sensación.
Una sensación y palabra de la mas chica que iba a ser tenido en cuenta más adelante....
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—Ah, pero buenos días... —bromea su mamá viendo como Luna entraba a la casa.
—Hola, ma. —saluda ella llegando a penas h la mira—. ¿No fuiste a la florería?