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c a p i t u l o :

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c a p i t u l o :

v e i n t i c u a t r o.

“ c a l m a ”

Francisco a metros la observaba en silencio como se encontraba ella también sin habla frente al nicho de su padre y ahí nuevamente se arrepiente más aún de haber dudado de ella por momento.

Esa tarde descubrió el porqué de que los lirios y claveles eran las flores favoritas de Luna, sin necesidad de que ella le confirmé, el pensaba que eran porque esas flores les dejaba en la tumba de su padre. Y no estaba alejado de esa idea porque Luna dejaba esas mismas flores desde que venía a verlo en aquel lugar.

Luna había hablado poco en el camino hacía el cementerio, pero le había dicho que era la única que solía ir a dejarle flores cada fecha de aniversario, que no cambiaba mucho al año anterior.

Y aunque Francisco no lo sabía, Luna amaba esas flores porque era las únicas que su padre solía regalarle en cada cumpleaños de su madre y ella sin faltar; convirtiendose en las favoritas de ella.

Por tercera vez la rubia acomoda las flores para retroceder dos pasos y quedarse nuevamente unos segundos más mirando antes de irse. El jugador, sin prisa la esperaba, mientras que se ponía a pensar que no se imaginaba que el día que conoció a Luna iba a estar con ella acompañándola hasta en un cementerio, y solo pensaba ahí, que quería hacerlo cada año a su lado.

Luna le había contado apenas, que era la única de la familia que se acercaba, su mamá no podía no porque tuviera cosas que hacer, sino porque prefería pasar el día en la casa viendo álbumes familiares y no sufrir tanto en el lugar que se encontraba Luna. Cada uno elegía como recordar esa fecha y Luna lo hacía de esa forma.

—¿Tenés hambre? —pregunta Francisco una vez que salieron del cementerio.

Luna iba algo callada de camino al auto y el trataba de tenerla cerca, pero no sofocarla o parecer sofocante, así que caminaba con una mano apoyada en el hombro de Luna. No sabía que decir, pero solo sentía que no quería hablar más de lo que pasó.

Luna reacciona después de limpiar sus ojos y asiente.

—Algo, si... —termina por completar.

Francisco sonríe caminando para acercarse rápidamente y dejarle un beso en el cabello. Aunque ea un simple gesto, a la chica le da ternura y ganas de decirle que lo ama, pero se guarda para más tarde.

—Gracias por venir conmigo. —rompe el silencio la rubia viéndolo de reojo.

Ve como la esquina de los labios de Francisco se estira y la mira rápidamente para no abandonar por mucho la vista de la calle.

—No es nada. —apenas dice y como no puede demostrarle mucho cariño, aprieta levemente la mano de ella.

—Sos la primera persona que viene conmigo. —cuenta por sí misma Luna.

Eso sorprende al jugador que rápidamente se gira a verla.

—¿En serio?

Luna asiente y trata de comentarle rápidamente mientras le contesta un mensaje a su mamá.

—Mama no le gusta los cementerios, de por sí, y la pone más triste de lo que piensa cuando llega la fecha... —dice para bloquear su celular y mirar al frente—. Y por eso venía sola... Aunque no me molestaba.

—Bueno... —empieza Apaolaza mientras mira por el espejo retrovisor para doblar con tranquilidad—. Si me dejas a partir de ahora voy a ir con vos...

Luna deja escapar una sonrisa aceptando la idea, para mirar a su novio. Pensaba que tenía suerte de tenerlo, razón por lo cual la había decepcionar mucho si el fallaba...

—Sos tan lindo... —dice Luna mirándolo.

Aunque Francisco no la estaba mirando sonríe y está vez mostrando sus dientes, la esquina de sus ojos se arrugaban y su nariz se arruga por lo que ella dijo y para ella es el más hermoso del mundo.

—¿Te llevo a tu casa? —pregunta el.

Luna niega y el lo nota de reojo.

—Si no te molesta... ¿Vamos a tu departamento? —pregunta con timidez—. Quiero salir un poco de casa.

Francisco asiente para mirarla y asegurarse que no le molestaba. Entonces cambia el rumbo por la dirección.

—¡Volviste! —levanta la voz Juana con una sonrisa en sus labios observando cómo la rubia entraba al departamento con su hermano.

Luna sonríe y se acerca para saludar a su cuñada, que todavía no acostumbraba llamarla así, pero en cambio Juana a ella si.

—Tuve que hacer todo un trámite para que vuelva. —bromea Francisco acercándose para dejar sus llaves en la mesa.

Juana ríe y Luna también.

—Me alegra verlos juntos otra vez... —comenta ella sin poder contenerse—. Si vos estos días no escuchaba la risa deforme de Fran...

La rubia rie más al ver como Apaolaza le daba un corto golpe en el brazo de la hermana.

—Si tanto querés después no te quejes cuando no te deje dormir. —sigue el juego Francisco para ponerse detrás de Luna mientras rodea sus hombros con sus brazos en un abrazo.

Su hermana observa la escena enternecida, claramente era vistoso cuando su hermano ya quería a la chica, por eso rápidamente ella la había aprobado.

Se cuentan algunas cosas más mientras que Francisco no saca sus manos de encima de Luna.

Al terminar de juntar las cosas que estaban en mesa, su hermana anuncia que se iba a ir a duchar porque saldría por un compromiso, que antes había pensado en no ir, pero al ver a su hermano con la chica decidió salir para dejarle más privacidad, más al saber que no se habían visto en estos días.

Al quedarse solos discuten sobre que hacer, pero deciden armar una merienda con lo que había en el departamento y de por medio regaños de Luna porque Apaolaza no hacia sus compras si no lo hacía su hermana.

Y Luna se queda a pasar la noche y parece que todo volvió a hacer como lo fue el último mes... Tranquilo y normal.

—Y por eso, te decía también que no tenía tiempo de vernos... —termina de contar Luna sobre la facultad.

Apaolaza asiente mirando al techo mientras su dedo acariciaba la espalda de Luna. No dice mucho más que bajar su mirada, besar su frente ruidosamente.

—Algo me pincho... —se queja Luna sacando su cara cerca de la de el.

—¿En serio? —se sorprende el tocándose el mentón y hace un mohin y piensa—. No me afeito desde ayer, mañana lo hago.

Luna desde esa vista lo mira y se acerca para besar su cuello y sentir su piel caliente y su perfume.

—Te amo Apaolaza. —dice contra su cuello.

—Yo a vos gorda linda. —contesta el para apretarla contra su cuerpo provocando una carcajada de ella porque era muy sensible y fácilmente sentía las cosquillas.

Se quedan hasta tarde esa noche conversando y riendo, nuevamente volviendo a las noches de antes y también por qué no aprovechando la calma que iba a desaparecer después...







Flores | Francisco Apaolaza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora