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c a p i t u l o :

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c a p i t u l o :

c u a t r o.

n ú m e r o

El sonido de los adornos detrás de la puerta avisaban que entraba nuevo cliente.

El jugador se acerco ansioso al mostrador mientras que por otra parte la rubia se lavaba las manos apurada para salir del baño.

—Estoy... Buenos días. —rodeo la caja, encontrándose con una cara ya conocida—. Ah, hola.

—¿Ah hola? ¿Tan mal te cai el otro día? —pregunta bromeando Apaolaza.

—¡No, no! Solo fue una expresión. —se ríe chica, el dejó de sonreir para concentrarse en los ojos de ella—. ¿Viniste por las rosas, no?

Francisco asintió, entonces Luna rodeo la caja para salir y caminar hacía un estante donde se había tomado el tiempo de armar ella ni bien llegó a la florería.

—Hoy llegué temprano y las preparé... ¿Esta bien? —ella le mostró el canasto.

Francisco asintió.

—Eso si, sí tenes el recibo, te lo cambio. —dijo Luna volviendo detrás del mostrador.

Por suerte, Francisco había llevado aquel papel, le tendió y Luna le devolvió uno nuevo.

—Bueno, listo... rosas blancas y rojas. ¿Esta bien, no? —pregunto para asegurarse.

—Gracias, Lu. —le dijo y ella le quedo mirando cuando escucho su apodo de su boca.

Era raro para ella que le digan así.

Apaolaza tomo la canasta y volvió a mirarla.

—Cualquier cosita, volves que estoy yo o de otra forma mi mamá, que es muy copada. —le guiño el ojo la rubia.

—Dale buenísimo. —le contestó y empezó a caminar para atrás—. ¿Nos vemos?

—Dale. —ella le regaló la última sonrisa nerviosa por la mirada del jugador.

Apaolaza se giro y empezó a caminar a la puerta pensando, abrió la puerta causando el ruido bajo la mirada atenta de Luna. Entonces él se freno y se giro a mirarla.

—¿Cuantas veces exactamente tengo que venir para que me des tu número Luna? —preguntó serio sin poder evitarlo.

En ese momento los cachetes de la rubia se habían puesto rojos. ¿En serio escuchó bien?

La ceja de Francisco estaba levantada esperando la respuesta de ella.

Luna sonrió mordiéndose los labios más que por nervios.

—¿Esas rosas no son para tu novia? —preguntó mirando al canasto.

El chico asintió ganándose una mirada de confusión de la rubia.

—Pero el número es para mí. —dijo como si nada canchero.

Entonces Luna rió de los nervios, y nego con la cabeza.

—¿Tiene algo de malo? —siguió el jugador—. ¿O no podemos ser amigos?

Luna asintió dandole razón y con un poco de vergüenza. Por un momento creyó que el jugador y su antiguo compañero de recreo estuviera tirándole onda.

—Dame vos el tuyo. —le dijo ella tomándolo por sorpresa—. Esta tarde tengo que comprarme un chip nuevo.

Francisco se acercó.

—Me suena a chamuyo... —bromeo, aún así tomo el celular de Luna cuando ella le paso.

—En serio, hoy lo cambió. —dijo seria Luna.

Apaolaza asintió y término de agendarse en los contactos de ella, con un corazón al propósito.

—Dale, espero tu mensaje... Por ahí si podes tomamos algo en estos días. —sugirió.

—Me parece buena idea. —la chica sonrió y bloqueo su celular—. Nos estamos viendo entonces...

—Si...

Y antes de irse, Francisco levanto su mano en forma de saludo y salió de la florería dejando a Luna confundida.

Sin saber porque se sentía rara o bajo presión cuando el estaba cerca o porque se ponía tan nerviosa.

Aunque todavía podía disimularlo.

Flores | Francisco Apaolaza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora