Cap. XXV. Atrapados en la Tormenta.

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Sentía el ruido de la tormenta muy lejano, mantenía los ojos cerrados dejándose llevar por sus demás sentidos, le era relajante sentir ese aliento chocar contra su rostro, tenia semanas sin disfrutar de ese tipo de tranquilidad, soltó un suspiro relajado mientras acomodaba su cabeza en el cálido pecho del chico escuchándolo reír por lo debajo.

-Gomen…- Susurro la voz masculina a unos cuantos centímetros de su rostro, la chica solo pudo negar tranquilamente mientras deslizaba sus suaves dedos por los amplios hombros del hombre.

-Porque… Porque te disculpas?- Dijo nerviosamente sintiendo el calor acumularse en sus mejillas, todavía tenía un poco de vergüenza pero no podía evitar sentirse totalmente feliz estando en aquella situación.

Sasuke prefirió guardar silencio y disfrutar de las delicadas caricias que le brindaba la ojiblanca, se detuvo justo al final del pasillo dando con la puerta de su habitación, un lugar al cual ella todavía no había entrado, la parte de su vida que ella todavía no conocía totalmente.

Suspiro relajada, con el tiempo había descubierto que ese chico no era muy bueno con las palabras y que tal vez estaba pensando cómo responder a su interrogante, abrió los ojos lentamente al sentir que se detenía; podía notar la confusión reflejarse en esos oscuros ojos, trago fuerte sintiendo nerviosa y se giro para ver qué era lo que tenia al pelinegro de esa forma.

-Esta… Es…- Su nerviosismo la había hecho dudar y el pelinegro asintió antes de que terminara de hablar; Hinata empezó a sentir su corazón latir con fuerza, todo el tiempo que el pelinegro había estado viviendo en la mansión ella nunca había intentado acercarse a aquel lugar.

-En algún momento tendrías que conocerlo- Dio como simple respuesta al tiempo que empujaba la puerta para poder entrar al lugar, la ojiblanca pudo distinguir una gran ventana al final de la habitación iluminando tenuemente cada rincón del lugar, estantes llenos de libros, un escritorio con lámpara y computadora, unas cuantas sillas y afiches de las bandas que fueron sus favoritas.

-Sasuke-san…- Murmuro sorprendida de ver todo aquello, se sobresalto al sentirse apoyada en algo sumamente suave, la cama del pelinegro, suspiro intentando tranquilizarse mientras seguía con su mirada el camino que había tomado el chico, vio como el lugar se ilumino dándole oportunidad de detallar cada rincón de la habitación.

-No he tenido tiempo de cambiar algunas cosas- Dio como excusa al notar la sorpresa que reflejaba el rostro de la ojiblanca al ver todos aquellos afiches y la estantería llena de libros del tiempo de instituto.

-Iie…- Negó al tiempo que sus mejillas se sonrojaban intensamente mientras intentaba controlar su emoción. –Es tu habitación… La habitación del chico que conocí- Dijo nerviosa mientras ampliaba su sonrisa.

Sasuke abrió los ojos sorprendido al momento que escucho aquella frase salir de esos rosados labios que tanto adoraba, no podía entender como algo tan sencillo podía emocionarla tanto.

Hinata se levanto un poco de la cama para poder observar mejor todo el lugar, cada detalle le era interesante, podía sentir incluso el aire engreído que tendría aquel chico que conoció hace tanto tiempo, sonrió ante tales ideas emocionada porque al fin el la dejara entrar totalmente a su vida.

-Realmente te parece tan interesante?- Interrogo el pelinegro sentándose junto a la delicada mujer, ella solo se limito a asentir mientras volvía a su posición, apoyo todo su peso en las manos intentando tranquilizarse, la emoción de conocerlo totalmente la llenaba de una manera inexplicable.

El pelinegro solo se limito a mirarla, a delinear su silueta ligeramente alterada, noto el pequeño bulto que empezaba a sobresalir a nivel de su vientre, sus pechos se veían un poco más grandes, su piel aunque pálida tenía un ligero tono rosáceo que la hacía ver hermosa, podía sentir el ligero rastro de lirios que dejaba su cabello en el aire, pero lo que lo hipnotizo fueron sus ojos, esos ojos que dejaban ver su inocencia, su determinación, algo que siempre había poseído y que tal vez ni ella misma había notado nunca.

El Pecado de tu InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora