Cap. XIX. Sorpresa.

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Vio con desgana su calendario, disfruto una vez mas de aquella relajante imagen del mar en este y arranco la hoja para empezar el nuevo mes, suspiro mirando fugazmente a su alrededor, la cama, el closet, la peinadora, todo en un orden realmente digno de ver, sonrió y camino hacia la cama tomando un mono de color negro para poder salir a desayunar.

"Quisiera no ir hoy… No me siento muy bien" Pensó terminando de vestirse y mirándose en el espejo, cada día se sorprendía más de su palidez, ella misma había empezado a notar esos cambios pero, lo que más le sorprendía era que no entendía como o porque le estaban pasando.

Recogió su cabello en una coleta alta, intentaba ordenar mentalmente todo lo que tendría que hacer, se detuvo frente al escritorio viendo con satisfacción la carpeta con todos sus trabajos del día listos, solo tenía que bañarse y cambiarse para irse, era un alivio que entrara tarde.

-Hinata…- Llamo una voz femenina al otro lado de la puerta, la ojiblanca rio por lo debajo y casi corrió para abrir la puerta, odiaba hacer esperar a esa mujer, había sido realmente su salvación.

-Gomen…- Se disculpo al momento de ver la expresión de molestia que tenia la pelinegra, esta ya estaba vestida y lista para salir, su cabello suelto, una falda lisa hasta las rodillas vino tinto, una camisa blanca abierta en los dos primeros botones dejando ver el nacimiento de sus senos y la chaqueta sin cerrar cubriendo así el largo de sus brazos, un maquillaje ligero le daba ese toque de intimidante que nunca faltaba, era una mujer impecable.

-Mira como estas… Te ves peor que ayer… Segura que te sientes bien?- Interrogo tomando a la chica de la muñeca y halándola fuera de la habitación, toco su frente pero nada, todo parecía estar normal.

-Hai… No tengo nada…- Se quejo la ojiblanca apartándose un poco, odiaba realmente la actitud de madre de aquella mujer, había aprendido a quererla y a respetarla, incluso parecía relajarla tanto como su madre lo hizo en algún momento pero no era eso, es más, no era nada de ella.

-Vamos… Quiero ver que comas- Dijo seria caminando hacia la cocina, Hinata vio con cierta envidia la silueta que marcaba aquella ropa tan ceñida, su cuerpo empezaba a molestarle y sinceramente ella nunca había sido de esas chicas pendientes de su físico.

Acaricio su cabello sintiendo la molestia de esos cabellos dañados entorpecer ese antes disfrutado recorrido, un rayo de sol atravesó el pasillo permitiéndole admirar aquellas pequeñas partículas que flotaban en la nada, sonrió y soltó su cabello avanzando un poco más rápido, ya podía empezar a escuchar a la pelinegra quejarse en voz baja.

-Itachi-san?... Ya se fue o…- Se atrevió a preguntar al ver como la pelinegra terminaba de servir algo en su plato, ella podía hacerlo pero claro, tomaría mucho menos de lo que aquella mujer le estaba dando.

-Hai… Sabe lo mucho que me preocupo por ti… Es mas a veces hasta se molesta por eso- Dijo serena sentándose frente a la ojiblanca, esta se sintió avergonzada y clavo su mirada en el plato. –Igual no le doy mucha importancia-

-Etto… Aiko-san?...- Dudo subiendo su mirada, conocía ya la historia de aquella chica con su esposo pero había un detalle, uno muy interesante y hasta enigmático en todo aquello. –Porque… Ustedes…- Empezó nerviosa pero se corto al escuchar la melodía del móvil de la pelinegra.

-Matte…- Dijo poniéndose de pie y alejándose un poco, Hinata vio como la pelinegra se colocaba la mano libre en la cadera mientras murmura algo, suponía era algo de negocios y eso realmente no le importaba demasiado, bajo su mirada sintiendo repentinamente la ausencia de apetito.

"No quiero esto… No tengo hambre…" Pensó alejando un poco los platos de su rostro sintiendo la necesidad de vomitar, se puso de pie de golpe pero al hacerlo perdió el equilibrio momentáneamente.

El Pecado de tu InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora