CAPÍTULO 23: DE SUSTOS Y MILAGROS

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5 de junio de 2017. Hotel Freehand, Los Ángeles. 10:05 de la mañana.

POV RACHEL

Me levanto de la cama de la habitación del hotel y entro en el baño. Abro el grifo y me mojo la cara. Luego, me miro en el espejo y observo mi entristecido rostro. Bajo la mirada y siento como las lágrimas salen de mis ojos y viajan por mis mejillas.

Hoy es 5 de junio. Nuestro aniversario. Hoy hace justo cinco años que conocí a Finn y no puedo celebrarlo con él. No podemos estar juntos como quisiéramos. No podemos besarnos ni abrazarnos. Sólo puedo conformarme en hablarle sin que él me responda.

Parece mentira que las cosas estén así. Todavía no parece real que Finn se encuentre en estado de coma. ¡Dios santo! Hay veces que pienso que en cualquier momento va a entrar por la puerta de esa habitación para estar conmigo.

A veces pienso que todo esto es una pesadilla. Una pesadilla de la me despertaré en cualquier instante. Pero esto no ocurre. No consigo despertarme. Por mucho que lo intente, no puedo. No puedo porque siempre hay algo o alguien que me devuelven a la triste realidad que es que Finn está en coma y puede que se quede así para siempre.

¡Madre mía! Un mes atrás éramos la pareja más feliz del mundo y ahora mirad cómo estamos. La vida no es justa. Simplemente, no lo es. Aunque puede que Rabinovich tuviera parte de razón cuando nos dijo que éramos unos cobardes porque necesitábamos una excusa para matar. La verdad es que nuestro país ha cometido muchos crímenes y casi nunca ha recibido un castigo por el mero hecho de ser el país que es. Estoy segura de que si otro estado hubiera cometido la mitad de los crímenes de los que hemos cometido nosotros, hubiera recibido una sanción para los restos.

Así que puede que hayamos recibido un castigo divino o algo así por todos los asesinatos que nuestra nación ha cometido...

¿Por qué la vida tiene que ser tan complicada?

Respiro hondo y repaso mentalmente todos los aniversarios que hemos pasado Finn y yo.

¡Han sido tan maravillosos y románticos! Él siempre me tratado como una princesa y siempre ha tenido detallazos conmigo. ¡Y es que lo quiero tanto! No podría estar sin él.

Miles de recuerdos vuelan por mi mente ahora mismo pero hay uno que destaca sobre los demás. Un recuerdo que materializa todo el amor que me ha dado Finn en estos cinco años. Un recuerdo tierno, apasionado e impetuoso. El recuerdo de nuestra primera vez:

Nos encontrábamos en la cama de mi antiguo apartamento, besándonos.

Ya llevábamos tres meses saliendo y estábamos en el punto más alto de nuestra relación. Sólo éramos unos críos enamorados que soñaban con estar juntos para siempre (¿Y para qué mentir? Esto sigue siendo así).

Sin embargo, por muy bien que estuviésemos, había un tema que aún era un tabú en nuestra relación: el sexo.

Des que le conté a Finn lo que me había pasado, mantuvimos las distancias y él me respetó en todo momento. No obstante, yo sabía que Finn deseaba intimar conmigo y en parte yo también lo deseaba... Pero mis malditos traumas me hacían retroceder cada vez que intentábamos dar un paso más.

Todavía no estaba preparada. O al menos creía que no lo estaba.

Seguimos con nuestra sesión de besos y los dos disfrutábamos cada vez más.

Los labios de Finn viajaban des de mi boca, a mi cuello y des de allí a mi oreja; dónde me daba un leve mordisco. Repetía una y otra vez este recorrido y a mí me encantaba. Hacía derretirme, tan literal como figuradamente.

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