Capítulo 32: Sortilegios Weasley y regreso a Hogwarts

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Alice pasó las vacaciones en la mansión Riddle, pues su padre quería que pasasen tiempo en familia antes de que el nuevo curso comenzase. Por tanto, no tuvo tiempo de estar con su primo, ni tampoco con sus amigos. Respecto a Theodore, necesitaba tiempo para pensar, no por cuestionarse la relación en sí, sino porque no quería que el chico estuviese demasiado implicado en todo lo que ocurría. No quería arriesgarle.

Las notas de los TIMOS fueron satisfactorias, pues había sacado Extraordinarios en todas las asignaturas excepto en Herbología, donde había obtenido un Supera las Expectativas. Quería saber si Theodore había conseguido las notas necesarias, pero no se lo preguntó; no había hablado con él desde que le había escrito al comienzo de las vacaciones.

Poco antes del comienzo del curso, decidió ir al callejón Diagon. Deseaba ver con sus propios ojos cómo se encontraba el callejón donde siempre compraba el material escolar, donde tanta alegría y alboroto solía haber.

—Yo no podré acompañarte —comentó Ethan—. Estoy ocupado y...

—No te preocupes, lo comprendo —lo tranquilizó ella. Era consciente de que su hermano ayudaba a su padre y tenía mucho trabajo por hacer.

Aquel mismo día, tomó un puñado te polvos flú y apareció en el callejón Diagon a través de la chimenea de la mansión de su familia. La calle, tan llena de vida otros años, se encontraba casi desierta. Las personas caminaban rápido, como si temiesen posibles ataques de mortífagos, y muchos establecimientos se encontraban cerrados.

Alice fue caminando lentamente, observando todo con sorpresa. Aquella no parecía la misma calle por la que había caminado los años anteriores. No la reconocía. Incluso Ollivander, la tienda de varitas, estaba cerrada. ¿Dónde comprarían los magos y brujas sus varitas?

La tienda de los gemelos Weasley, sin embargo, estaba iluminada y llamaba la atención por la cantidad de gente que había en su interior. Realmente parecían estar triunfando a pesar de los tiempos difíciles que vivían. Alice caminó hacia allí. El escaparate era asombroso, lleno de artilugios mágicos moviéndose, y todos los que pasaban por allí se detenían para mirar.

"¿Por qué le inquieta El-que-no-debe-ser-nombrado?
¡Debería preocuparle
LORD KAKADURA,
la epidemia de estreñimiento que arrasa el país!"

Alice no pudo evitar soltar una carcajada al leer el ingenioso cartel, y entró sin pensárselo dos veces. La tienda estaba abarrotada, tanto que la bruja apenas podía acercarse a los estantes. Los surtidos saltaclases parecían estar teniendo gran éxito, y grupos de alumnos se congregaban alrededor de productos que Alice no podía ver debido a la multitud. Algunos de los productos eran ideas que ella les había dado en las cartas que les enviaba regularmente.

—¡Alice! —la llamó alguien.

La chica se giró en el mismo momento en el que Fred se lanzaba sobre ella y la abrazaba. Ella, riendo, le correspondió. Había echado de menos a los gemelos pelirrojos y sus bromas.

—¡Creíamos que no vendrías nunca! —le dijo George, apareciendo por detrás y abrazándola también.

—Claro que sí —les dijo ella—. Pero he estado... ocupada.

—Has desaparecido durante semanas —dijo Fred—. Tu primo y Ethan fueron a la Madriguera a buscarte. Estaban preocupados por ti.

La mirada de Fred cambió al pronunciar el nombre de Ethan. Fue algo casi imperceptible, pero Alice estuvo casi segura de haberlo notado.

—Tú... ¿sabes...? —comenzó a preguntar, sin saber cómo decirlo.

—Lo sospechaba, y me lo confirmó —dijo—. ¡No es nada malo, Alice! No me importa en absoluto.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora