Capítulo 43: Despedida a Dumbledore

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A la mañana siguiente, no había alumno que no supiese que Dumbledore había sido asesinado. Los exámenes se aplazaron. Varios padres fueron en persona a buscar a sus hijos y llevarlos a casa, mientras que cientos de magos llegaron para despedir al fallecido director de Hogwarts.

Sin Dumbledore, y conociendo los acontecimientos de la noche anterior, nadie pensaba ya que Hogwarts fuese un lugar seguro. Snape no estaba, y todos habían notado su ausencia, al igual que la de Malfoy. Había sido imposible evitar que los alumnos se diesen cuenta de que aquello tenía relación con la muerte del director.

—Greyback ha mordido a un Weasley —comentó Parkinson en el Gran Comedor—. Al menos eso dicen los que han pasado por la enfermería.

—No es habitual que un hombre lobo ataque sin haber luna llena —comentó alguien.

—¿Acaso algo de lo que está ocurriendo puede considerarse normal? —preguntó Alice.

Nada estaba claro en aquellos momentos. Nadie sabía con exactitud lo que estaba ocurriendo, ni tampoco lo que ocurriría.
El funeral de Dumbledore tuvo lugar cerca del lago, donde se habían colocados cientos de sillas para todos aquellos que querían dar un último adiós al director. Había, entre otros, altos cargos del Ministerio, entre ellos el ministro de magia Rufus Scrimgeour, aurores, miembros de la Orden del Fénix... Incluso la directora de Beauxbatons y el hermanastro de Hagrid se encontraban allí. De hecho, fue el guardabosques el encargado de transportar, entre lágrimas, el cuerpo de Dumbledore.

Alice se sentó junto a Fred, quien no estaba demasiado animado debido a lo que le había sucedido a su hermano Bill y a la muerte del director. El pelirrojo tomó su mano, y la joven le sonrió levemente, dándole todo su apoyo. Hubo quienes la miraban mal, pues en aquellos momentos, los de Slytherin no eran demasiado apreciados, especialmente ella, que era prima de Draco.

Hubo palabras en honor de Dumbledore, y homenajes por parte de su fénix, de los centauros e incluso de las criaturas del lago. Fue una ceremonia bonita y emotiva durante la cual nadie se atrevió a hablar, ni siquiera los alumnos más jóvenes.

—Tengo miedo —admitió Fred una vez que el evento terminó y la gente comenzó a dispersarse—. Tengo miedo por mi familia, por los miembros de la Orden, por mis amigos... y por ti.

Alice se sorprendió al escuchar aquello. Comprendía que temiese por los suyos, pues estaban en guerra y eran tiempos peligrosos. Pero no comprendía por qué la incluía a ella también.

—¿Por mí? —preguntó.

—Sí, por ti. Sé que eres hija de Voldemort, que la Orden no te hará daño... pero no puedo evitarlo.

—Fred... muchas gracias, pero creo que en estos momentos deberías pensar en tu familia; son ellos quienes te necesitan. Y prométeme que te cuidarás, por favor. Mi padre sabe que no debe mataros a George y a ti, pero no me fío de sus mortífagos.

—¿Le has hablado a tu padre acerca de nosotros?

—Por supuesto —respondió ella, sonriendo un poco—. ¿Cómo iba a explicar recibir regalos vuestros en Navidad?

El pelirrojo no pudo evitar reír un poco, incrédulo. No había esperado que Voldemort se interesase por las amistades de su hija, y menos teniendo en cuenta de que ellos eran traidores a la sangre y miembros de Gryffindor.

—Tendré cuidado —aseguró—. Alice... no olvides que George y yo te queremos, que no nos importa cuál sea tu familia... eres y siempre serás nuestra amiga.

Fred tuvo que despedirse y marcharse con su familia, que lo esperaba. Potter aprovechó que la bruja se encontraba sola para acercarse a ella. Parecía preocupado. Alice sabía que había comenzado a salir con Ginny Weasley, pero aun así, la miraba a ella cuando estaban cerca, y parecía que seguía interesado.

—¿Podemos hablar? —preguntó.

—Lo estamos haciendo, Potter —respondió ella, cortante—. Habla rápido.

—¿A dónde irás?

Ella lo miró como si se hubiese vuelto loco. ¿Acaso no estaba claro con quién pasaría las vacaciones?

—Iré con mi familia —comentó.

—Con los mortífagos. Si necesitas un lugar donde quedarte, los Weasley podrán acogerte en la Madriguera, o tu prima Tonks. También está disponible la casa de Sirius, de hecho... es nuestra.

La joven le observó extrañada. Tras la muerte de su tío, no se había preocupado por la herencia. No le había interesado demasiado. Solamente le importaba que su tío, quien se había preocupado por ella, había muerto, había supuesto que sus bienes serían para la Orden.

—¿A qué te refieres? —preguntó.

—La Número 12 de Grimmauld Place... Sirius nos la dejó a ambos, a ti y a mí. Dejó una carta en la que explicaba que había apreciado a tu madre, que te había cogido cariño a ti y que, dado que eras su familia, quería nombrarte heredera. También yo soy su heredero, dado que soy su ahijado. La estamos empleando como cuartel general de la Orden... espero que no te importe.

La joven asintió.

—De acuerdo —dijo—. Usadla.

—Entonces, ¿no te quedarás?

—Dejé la Orden, Potter, y hace ya tiempo que estoy con mi familia... Pasaré las vacaciones con ellos.

Pero el chico no desistió, a pesar de la mirada furiosa que Ginny le lanzaba desde donde se encontraba junto a su familia. Parecía empeñado en que Alice se alejase de los mortífagos.

—Tú no eres como ellos —insistió.

—Lo siento, Potter, pero no me harás cambiar de opinión. Deberías regresar con tu novia; parece impaciente, y seguramente Theo me estará esperando.

Y tras decir aquello, se separaron. La bruja se acercó a donde su novio se encontraba y juntos se alejaron de Hogwarts un año más.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora